Agresividad
Si las personas somos peatones por excelencia, ya que nuestro primordial sistema de movilidad son las piernas, ¿por qué razón, cuando nos subimos a unas ruedas, nos volvemos tan agresivos con los que se cruzan con nosotros andando? Hay quien sostiene la teoría de que el individuo, dentro de un vehículo, se transforma dejando aflorar un tipo de agresividad que normalmente no demuestra; que el sentirse protegido por las paredes de su automóvil le convierte en alguien prepotente, insultante y desconsiderado contra todo lo que le rodea. Otros, en cambio, dicen que la conducción es sólo una demostración más del comportamiento del conductor: quien es agresivo al volante, también lo es andando, y viceversa.
Ahora, podríamos incluir en este comportamiento agresivo, sean cuales fueran sus causas, al ciclista y al patinador. El primero, no duda en invadir la zona destinada al paseo del peatón, sea niño, anciano o grupo; no avisa de su incursión, pues no lleva timbre; juega con sus reflejos y los que supone que tiene el peatón, y adelanta a otros ciclistas invadiendo la zona destinada a los peatones, y, cuando se cansa, se apea y arrastra su bicicleta por la zona de paseo. Entonces, lo que podría considerarse un paseo agradable, se convierte en un deseo de ser más rápido que los demás y sembrar la admiración de los viandantes.
Esto sucede en la llamada Milla Verde, en Madrid capital. Y el Ayuntamiento, considerando que bicicletas y paseantes son compatibles, ha creado dos vías juntas, aunque separadas por una línea continua, que constantemente es cruzada por el ciclista que quiere adelantar a otros más lentos o más prudentes, según se mire... Sería mejor que hicieran circuitos de velocidad para ciclistas competitivos y que el resto de las vías lo dejasen para paseos sobre ruedas agradables sin percances.
Pero como eso no va a pasar, ¿sería mucho pedir a los ciclistas que olvidaran la competición y no se convirtieran en un peligro para el viandante? Ser peatón se está poniendo muy difícil.
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