Las calles de Sevilla
Hace pocos días mi padre, una persona mayor y con no muy buena vista, durante su paseo diario tropezaba con el pavimento deteriorado de una acera y sufría una aparatosa caída. Esta mañana, al bajar del autobús, la señora que me precedía, también una persona mayor, metía por descuido el pie en un hoyo de la calzada y sufría una dolorosa rotura de tobillo. Estos dos episodios no son más que el resultado de la desigual lucha por la salud y la supervivencia a la que somete el Ayuntamiento de Sevilla a aquellos de entre sus ciudadanos que se atreven a ejercer de peatones y utilizar el viario público como si el de una ciudad civilizada se tratara.
Son las personas mayores y las más débiles las que más sufren el deterioro de las calles y aceras, repletas de hoyos, losetas sueltas y levantadas, arreglos mal o nunca acabados, obras sin señalizar, interrupciones en las aceras, por no hablar de los pasos de peatones y esquinas invariablemente invadidos por los coches o de las aceras por las que es imposible circular porque tienen coches aparcados sobre ellas sin que la Policía Local parezca dar a esto mayor importancia. El derecho que tenemos los ciudadanos a pasear con seguridad y sin correr grave riesgo de rompernos una pierna es algo que el Ayuntamiento de Sevilla debería tomarse mucho más en serio. Tener unas calles mínimamente arregladas y decentes es algo perfectamente posible y no hay que salir de España para comprobarlo.
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