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Columna
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Calabazas

A estas alturas de las presidenciales en Estados Unidos, con la diferencia horaria y su matemática procesal, muy probablemente aún se desconoce quién de los dos pretendientes ha invadido la Casa Blanca. Pero de momento y hace tan sólo un día, en nuestro país, las calabazas de Halloween ya le han mojado la oreja a los buñuelos de viento, a los boniatos y a las castañas asadas de los Difuntos. El paradero de don Juan Tenorio puede encontrarse en Guantánamo, y su papel lo desempeña un intrépido capitán de marines, que se ha cepillado a la hermosa doña Inés, antes de destinarla al Play Boy. En una batalla incruenta, el imperio continúa imponiendo modas y costumbres, en una estrategia de sabores y placeres sensoriales capaces de conquistar nuevos territorios y de pervertir hasta las conmemoraciones más solemnes de los pueblos, a los que les ha puesto encima el ojo y las bases. No solo cuentan las armas químicas, biológicas y atómicas, sino también las quirúrgicas que operan las papilas del gusto, hasta conseguir que la Coca-cola le ganase el mercado a los refrescos de anís, granadina y menta, hace más de medio siglo; o las épicas, ensombreciendo el heroísmo de Numancia y Sagunto, con el de El Álamo; o las culturales, que tú pretendiste denunciar con aquella comedia musical Walt Disney ama a Electra, que los censores de Franco te arrasaron con lápiz rojo, para que no sufriera la susceptibilidad del amigo americano. Pero, ¿cómo andan los comicios por Florida, Pensilvania y Ohio, a estas horas?, ¿volverá el presidente de guerra a descubrir la divinidad en el Despacho Oval? Este nuevo imperio construido sobre el poder de las armas y la economía, sobre la injusticia, la barbarie y la arrogancia, sobre los derechos y libertades de sus propios ciudadanos, tiene además un teléfono rojo con los cielos. Así lo ha proclamado Bush, en su campaña electoral y en su devastación de Irak. Si hoy mismo, se vuelve a encaramar a la Casa Blanca, la inseguridad del planeta está aviada. A las colonias, de momento, nos ha dado calabazas. Eso, sí: unas calabazas llenas de avisos y muecas de terror.

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