Zayed bin Sultán al Nahyan, presidente de los Emiratos Árabes Unidos
El presidente de los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Zayed bin Sultán al Nahyan, falleció ayer, 2 de noviembre. El emir no aparecía en público desde hacía varias semanas, lo que había desatado en el país los rumores acerca de que se hallaba gravemente enfermo.
El jeque Zayed bin Sultán al Nahyan, un líder tribal sin apenas formación, logró el milagro de transformar un pequeño y empobrecido emirato del desierto en un rico Estado petrolero, estable y con la economía más dinámica de la zona.
Nacido en torno a 1918, el emir era un líder histórico del mundo árabe que se mantuvo al frente de esta federación de siete emiratos volcados a la costa del golfo Pérsico desde que en 1971 lograran la independencia del Reino Unido.
Durante su juventud, el emirato de Abu Dhabi era un territorio pobre que subsistía gracias a la pesca, el comercio de perlas y una agricultura muy precaria. Pero en los años treinta, cuando el mercado de perlas de los países del golfo Pérsico se colapsó por la irrupción de las perlas cultivadas procedentes de Japón, su economía se hundió, como la del resto de los países en la zona.
Al igual que los otros líderes tribales, el jeque Zayed recibió sólo una educación primaria en los principios del islam, sin apenas contacto con las culturas de Occidente. Pero la falta de barniz occidental no impidió a Zayed convertirse en un líder reconocido entre los árabes por su inteligencia y carisma, y forjar un imperio económico que absorbe gran parte de los negocios en la región.
"Zayed era un hombre muy inteligente, honesto y con gran sentido del deber. Dedicó su vida al Gobierno y a su país", comentó un diplomático occidental en Abu Dhabi que le conoció de cerca. El descubrimiento del petróleo salvó a los emiratos, pero también la visión de futuro del emir, que invirtió gran parte de la riqueza generada en la construcción de infraestructuras urbanas, colegios, hospitales, universidades, puertos y carreteras. Y los rascacielos, grandes avenidas, centros comerciales y de negocios, campos de golf, complejos turísticos de lujo florecieron con presteza, en pocos años, para cubrir un terreno antes dominado por dunas y casuchas de adobe.
Además, cumplió su deseo de transformar la árida monotonía del desierto que le rodeaba en un paraíso cercano al que le habían enseñado durante sus lecciones del Corán, libro del que era devoto. Más de 100.000 hectáreas de tierra han sido adaptadas para la agricultura y cerca de 100 millones de árboles han sido plantados para ganar tierra al desierto. Y trató, con aparente éxito, de conjugar su talante pro occidental con un profundo sentido religioso y un esfuerzo por preservar la cultura autóctona y las tradiciones, a pesar de que cerca de un 75% de los 2,4 millones de habitantes de los emiratos son extranjeros.
Instituyó un Gobierno democrático al estilo occidental. Emiratos Árabes Unidos posee un Consejo Nacional compuesto por 40 miembros, que es nombrado por los emires de los siete estados federados, pero que no tienen poderes legislativos, y los partidos políticos no existen en este país. Siempre prefirió actuar como un líder tribal: hasta que su salud se deterioró a mediados de la pasada década, el emir Zayed solía recibir a los ciudadanos en audiencia pública o maylis, abierta a cualquiera, donde escuchaba sus quejas.
En el aspecto político, el jeque Zayed logró mantener la paz y la estabilidad en el emirato, y se destacó por ser un pertinaz defensor de las causas árabes. Se manifestó en contra de las sanciones económicas que la ONU impuso a Irak y favorable a la defensa de Palestina.
El jeque Zayed contrajo matrimonio varias veces, una costumbre permitida en el islam, y engendró 19 hijos y 11 hijas.
Le sucederá al frente del trono en el emirato de Abu Dhabi su hijo el príncipe heredero, el jeque Jalifa ben Zayed al Nahyan, nacido en 1948. Pero la ascensión al trono de Abu Dhabi no le confiere el título de presidente de los emiratos, que deberá ser elegido por los siete emires en una reunión tribal antes de un mes.
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