Abanico de miradas
Los trabajos de Paco Sancho (Valencia, 1953) expuestos en la sala municipal de Sestao dejan un curioso recuerdo con la edición de un libro dedicado al autor y patrocinado por el Ayuntamiento de la localidad. En sus páginas pueden encontrarse muestras muy variadas, e incluso dispersas, del recorrido fotográfico efectuado por este hombre, siempre marcado por el blanco y el negro. Su estilo, salvo en la serie Luminogramas, donde se aproxima candorosamente a la expresión abstracta, mantiene un carácter documental, resuelto con precisión y delicadeza compositiva, y trata de hacernos partícipes de sus inquietudes y experiencias.
Residente en Sagunto, ha llegado a Sestao atraído por los lazos comunes que hermanan dos pueblos siderúrgicos y así, desde la creación artística, consolidar nuevos nexos de unión. Para ello, su lenguaje icónico trata de convertirse en fuente de entendimiento entre distintos interlocutores. Una fórmula que estructura en diferentes vertientes. Están sus retrato, donde los más elementales rasgos humanos dan paso a una sugerencia sobre la personalidad de los sujetos representados. Cuando registra paisajes nocturnos se detiene en lugares de aspecto olvidado, casas deterioradas que, con una iluminación un tanto siniestra, crecen en la sensación de dejadez. En otros casos los reflejos de unas vías de tren o las estelas luminosas que envuelven una plazoleta nos revitalizan con sensaciones fantasiosas. Una fuerza especial confiere a lo que denomina Estructuras. Son planos muy cerrados sobre útiles de trabajo industrial cuyo impacto visual resulta especialmente potente. En Movimiento recurre a largas exposiciones donde los escenarios se congelan, las gentes toman vida y la mirada se divierte.
Para resolver aspectos del paisaje urbano busca distintos caminos. Si adopta la retórica del viajero, nos lleva por rincones de Praga, Budapest o Santiago de Compostela, nos los enseña en acertados encuadres a los que añade algunos curiosos picados para aumentan la originalidad del momento. Cuando su cámara se apresta a trabajar su lugar de residencia, sin detenerse en las estrictas reglas de la foto arquitectónica, resalta aspectos geométricos de los edificios y a sus tomas contrapicadas se confrontan a la inalcanzable profundidad del cielo. Lo que denomina Distorsiones son imágenes donde las formas pierden su firmeza y se contornean. Una fórmula demasiado vista, bien sea hecha por procedimientos manuales, mecánicos o informáticos, y que si en su génesis resultaba atractiva, especialmente cuando se resolvía en polaroid, en la actualidad no resulta de especial interés.
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