Frustración segura
Mañana sabremos algo que nos importa y hoy ignoramos. Quienes mañana sepan lo que hoy desean, se considerarán felices. Aunque pronto habrán de comprobar, como el niño en Navidad, que el deseo complace mucho más que el objeto del mismo. Quienes confirmen lo que temen serán los primeros decepcionados. Aunque muy pronto sus problemas cotidianos le harán más soportable la angustia de saberse perdedor en una lucha épica. Nada más efectivo para olvidar el dolor por la derrota del equipo favorito que recibir el lunes en casa una notificación de embargo. Dentro de unos meses o años, unos y otros comprobarán, con alivio o rencor, que el fin del drama electoral norteamericano, en el que tanta pasión pusieron, no hace cesar el terremoto que sacude al mundo. Salvo en el caso de un empate que prolongue la congoja, felicidades y amarguras tendrán poco recorrido.
George W. Bush y John F. Kerry no son iguales -todos lo sabemos ya, tanto nos han insistido-. El primero pertenece a una iglesia muy rara, está a favor de la guerra y de los millonarios. El segundo es multimillonario, está a favor de la paz y quiere que todos los norteamericanos reciban una educación tan excelsa como la que lleva a todos los europeos a ser tan cultos, sofisticados y sensibles como siempre han demostrado. Si gana Kerry mañana, pronto los norteamericanos serán tan europeos que se unirán como una piña para lanzarse al "diálogo de las civilizaciones", entenderán por qué son ellos los culpables de todos los males de este mundo y con generosidad y comprensión se ganarán las almas de hasta los más fanáticos de sus enemigos.
Lo que no deja de ser incomprensible para estas masas europeas dispuestas a hacer interminables colas por encima de las aguas atlánticas para votar contra el mal es el hecho de que el candidato del bien no le lleve 20 o 30 puntos de ventaja al estúpido y malo malísimo de Tejas. ¿Cómo un presidente que es a un tiempo Nerón y Calígula, Hitler, Pol Pot y Calvino, Stalin y Torquemada, puede aún tener el apoyo de la mitad de los electores? Como todos no pueden ser millonarios, socios en la industria armamentista, perversos enemigos del medio ambiente o meapilas miembros de algún coro, es fácil concluir que EE UU está lleno de tontos. Para salvarlos, el diario británico The Guardian lanzó una campaña de cartas a un condado de Ohio explicando a sus votantes por qué han de optar hoy por Kerry. Es decir, como yo no puedo votar, vota tú lo que yo quiero. Un columnista del mismo diario llegó a pedir la liquidación física de Bush, tiranicidio de las almas nobles. ¡Qué listos somos los europeos!
No hay que ser muy ferviente partícipe en la orgía de onanismo y autocondescendencia europea para considerar la presidencia de Bush como un accidente extremadamente lamentable. Sí hay que serlo, sin embargo, para llegar a la babeante apología de un kerrysmo cuya máxima demostración de su talante estupendo está en decirle a cada interlocutor lo que éste quiera oír. Así se cosecha cariño, pero poco respeto, como bien deberían saber los europeos. Absortos nosotros en esta lucha del apóstol contra el dragón belicista, Vladímir Putin ha dado el golpe de gracia a la democracia y elegirá a dedo a los gobernadores en Rusia. En Bielorrusia y Ucrania ha impuesto a las fuerzas totalitarias en la mayor involución antidemocrática desde 1989. ¿A que no se han dado cuenta? En Asia, el islamismo amenaza con dinamitar los procesos democratizadores. Corea tiene su bomba atómica e Irán está decidido a tenerla. Oriente Próximo arde en una guerra que las sociedades abiertas no pueden perder si quieren sobrevivir. Y el islamismo promete seguir matando con entusiasmo. Así las cosas, las almas pías tienen asegurado el berrinche. Kerry tendría que dirigir una guerra en la que no cree, mal asunto para ganarla. Bush habría de rectificar porque su empacho de ideología ya sólo es comparable al de sus enemigos. Consuélense. Con ambos, la precariedad de nuestra seguridad y bienestar está tan asegurada como nuestra frustración.
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