Un instituto produce energía 'limpia' y fomenta el comercio justo en Málaga
El centro Mare Nostrum dedica el 0,7% de su presupuesto a la educación en el Tercer Mundo
Hay profesores que se conforman con que sus alumnos asistan a clase, controlen su ímpetu adolescente y cumplan con el programa lectivo del curso. Con eso basta. Pero hay otros que, sin renunciar a esto, saben sacar partido a ese estado de permanente ebullición propio de la adolescencia que muestran sus alumnos, energía que, convenientemente canalizada, puede ofrecer resultados muy satisfactorios.
Eso es lo que han conseguido hacer los 72 profesores del Instituto de Enseñanza Secundaria Mare Nostrum, un centro de la capital malagueña que desarrolla todo tipo de iniciativas encaminadas a que sus cerca de 1.000 alumnos reciban no sólo una buena formación académica, sino también en valores. Sus aulas han sido el germen de una cooperativa de comercio justo, de varios proyectos de desarrollo educativo y de un programa ecológico cuya estrella es la instalación de placas solares que nutren al centro de energía limpia, iniciativa de la que son pioneros entre los centros públicos de Málaga.
"Nos dimos cuenta de que existía un abismo entre la vida real y lo que aquí les enseñábamos a los alumnos, así que me propuse acercarles a algunos de los problemas sociales, como la explotación de los niños, la discriminación que sufre la mujer o los desastres ecológicos", explica Juan Caro, un catedrático de Economía que da clases de Bachillerato y FP y que preside la cooperativa de comercio justo Iqbal Masih, nombre que rinde homenaje al niño esclavo paquistaní que fue asesinado tras denunciar la explotación laboral que padecen muchos menores en el mundo.
La batalla de este pequeño la entablan ahora, a su modo, Eva Miralles, José David Romero, María Asunción Rayo, Ángeles Vergara, Elisabet Ruiz, María Ángeles Guerra y Azahara Rodríguez, alumnos de bachillerato que han unido sus esfuerzos junto con otra treintena de compañeros en la asociación ecológica Papergreen, cuya función principal es fomentar el uso de papel reciclado entre el millar de alumnos del instituto y de otros centros de la zona. "Además del papel reciclado, hacemos campañas de concienciación sobre la necesidad de respetar el medio ambiente y echamos una mano al maestro en el tema de la cooperativa", explica Elisabet Ruiz, presidenta de Papergreen, delante de la autotienda de comercio justo que tienen instalada en la sala de profesores del instituto y en donde se pueden encontrar todo tipo de productos que proceden de las tiendas de la ONG Intermón.
"Ya contamos con una tienda de comercio justo en la capital y en breve abriremos una segunda en la que además de los productos típicos de este tipo de tiendas se venderán alimentos ecológicos", explica Caro quien, en señal de rebeldía tras el atentado del 11 de Marzo en Madrid decidió poner al frente de la tienda-bar ya abierta a Lahila, una mujer marroquí de religión musulmana.
Implicación con los desfavorecidos
"En este centro siempre ha habido cierta sensibilidad por cooperar en proyectos solidarios y hay bastantes profesores implicados en organizaciones no gubernamentales", explica Rafael Muñoz, profesor de Geografía e Historia y coordinador del programa de cooperación internacional. El IES Mare Nostrum destina el 0,7% de su presupuesto (unos 700 euros) a proyectos de desarrollo educativos en el Tercer Mundo. "Se hace mediante una convocatoria pública de proyectos para el desarrollo, y tratamos de que reviertan después en nuestro instituto a través de actividades en las que los alumnos vean el fruto de nuestra acción", relata Muñoz, satisfecho de los resultados que esta cooperación ha dado con una escuela saharaui con la que están hermanados y muy motivado por otro proyecto que se traen entre manos: ayudar a una profesora de Málaga que pasa seis meses al año en una escuela de Primaria de Tanzania para que cubra las necesidades materiales al menos un curso.
Además de esa aportación, los propios alumnos se encargan de que estas iniciativas lleguen a buen fin. Para ello, y de forma voluntaria, los estudiantes organizan grupos en horario extraescolar y se dedican a montar campañas de recogida de materiales y alimentos no perecederos en los que implican a padres y vecinos de la zona.
A cambio, los alumnos reciben la satisfacción de conocer un tiempo después en qué se ha invertido su esfuerzo. "Los cooperantes con los que colaboramos regresan al instituto para mostrarles a los estudiantes el resultado de nuestra ayuda. Este año hemos conseguidos montar dos aulas en el colegio del campamento de refugiados saharauis con los que estamos hermanados. Es una satisfacción comprobar cómo con tan poco se puede lograr tanto", señala Muñoz, quien confía en que estos buenos resultados de las iniciativas que desarrollan animen aún a más alumnos a participar en ellas.
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