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Reportaje:LA INMIGRACIÓN POR DISTRITOS | Salamanca

Pagar más para vivir sin sobresaltos

Todos los inquilinos en un edificio de la Guindalera son extranjeros, la mayoría de ellos latinoamericanos

J. A. Aunión

El paisaje entre las abigarradas calles del barrio de la Guindalera es muy desigual. Cayendo desde la plaza de toros de Las Ventas hasta la avenida de América, se van sucediendo los bloques de pisos grandes, medianos y pequeños, con o sin piscina, con o sin jardín, más nuevos o más antiguos. Y entre los más viejos de los viejos, al menos por su aspecto, se encuentra el del número 18 de la calle de Alonso Heredia, compuesto por nueve viviendas ocupadas únicamente por ecuatorianos y, en menor medida, por filipinos.

Verónica Taipé (22 años) vive desde hace un año en este bloque, en el distrito más caro de Madrid. Antes vivía en Puente de Vallecas, donde también hace 12 meses mataron a su hermano, Mauricio Vicente, cosido a puñaladas por los atracadores a los que trató de hacer frente. Ella presenció el ataque y también resultó herida. "Esto [Salamanca] es más caro, pero merece la pena por la tranquilidad; la gente anda por la calle hasta tarde, se ve mucha policía por la zona...". Verónica también está pensando en sus dos hijas, Linda y Belén, de siete y un año, de las que se ocupa sola, además de su hermana pequeña, Carla, de nueve. "Me vine a España buscando un futuro para ellos", dice.

Llegó hace dos años, con Carla y Linda de la mano y embarazada de Belén. La más pequeña, con un pelo muy negro y muy rizado, mira con recelo a los visitantes. Es raro, teniendo en cuenta que vive en una casa atestada, con otras dos familias. En total, son seis adultos y cuatro niños, todos ecuatorianos. La habitación les cuesta 300 euros mensuales. También paga el colegio y la guardería de las niñas, aunque sólo tiene que hacerse cargo de la cuota de comedor. En Salamanca hay 2.282 estudiantes extranjeros que se reparten entre los cinco centros públicos y los 15 concertados (apróximadamente dos tercios) y la veintena de privados.

Con su sueldo de empleada doméstica para una familia de plaza de Castilla (distrito de Chamartín), Verónica va "un poco justita", admite. Todo esto lo cuenta en el salón de su casa, que gracias a una improvisada pared de contrachapado se partió un día en dos habitaciones. Desde la ventana, se asoma a la calle cuando alguien toca el telefonillo, ya que no se escucha la voz de quien llama. Aunque en realidad, da igual, porque la cerraduura del portal lleva años rota, por lo que está permanentemente abierto.

En general, el estado de conservación del edificio es malo. Verónica recuerda cómo hace algunas semanas, un sábado, se declaró un incendio en los contadores "de puro viejos que estaban", dice. No hubo grandes daños y nadie resultó herido, pero todos los vecinos desalojaron el inmueble y esperaron en la calle durante unas horas.

Fue en ese momento cuando Verónica se dio cuenta de que la mayoría de sus vecinos son, exceptuando dos familias filipinas, ecuatorianos. Incluso, hay varias personas de la misma ciudad. Geovanny Pidio, de 28 años, nació en Ambato, un municipio de 175.000 habitantes a 130 kilómetros al sur de Quito, al igual que uno de sus cinco compañeros de piso. E igual que sus vecinos de enfrente, Neli Poucar, de 34 años, su marido y su hermana.

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Geovanni, limpiador nocturno en un polideportivo, y Neli, limpiadora de portales, consideran también que la zona es cara, pero aseguran que también tiene sus ventajas. Aunque el piso estaba sin amueblar y tuvieron que llenarlo con objetos de "aquí y de allá", Neli es la "arrendataria del alquiler", señala. Además, "si te acercas a la avenida de América [a apenas cuatro manzanas de distancia], tienes el metro y el autobús para ir a cualquier parte", añade.

Muchos inmigrantes han visto estas ventajas y se han ido asentando en viviendas populares del barrio la Guindalera o de Fuente del Berro. No es casualidad que elijan estos dos barrios, pues son los que tienen la menor renta disponible de todo el distrito, con cerca de 8.000 euros anuales menos que en Recoletos o Castellana, según datos del Ayuntamiento. El choque entre residentes autóctonos e inmigrantes en algunos de esos inmuebles es complicado. En el número 18 de la calle de Alonso Heredia, al menos, ese choque no existe.

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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