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LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA | La política exterior

El cambio o la continuidad en la Casa Blanca exigen al mundo una nueva relación con EE UU

Bush y Kerry prometen mano dura contra el terrorismo y elevados presupuestos de Defensa

Tanto la continuidad como el cambio en la Casa Blanca tendrán profundos efectos en la comunidad internacional. Si Bush sigue, porque el mundo tendrá que ajustarse a esa realidad después de haber dejado claro que prefería a su adversario; y si el próximo 20 de enero el que toma posesión como presidente es Kerry, porque aplicará su compromiso de recuperar las alianzas, pero exigirá contrapartidas. La primera, arrimar el hombro militar y económico en Irak.

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La política exterior de Bush -algunos creen que cambiaría en una segunda etapa- está ya probada: unilateralismo como norma y multilateralismo si no hay más remedio; ataque preventivo y exportación de modelos de democracia. Si Kerry gana, EE UU tendrá otra política exterior, no radicalmente diferente en lo básico, pero sí en la forma de llevarla a cabo, lo cual es importante, y en la aproximación a los aliados. En Irak habrá continuidad, lo cual plantea un reto a los europeos.

Hay opciones distintas, por ahora esbozadas, para negociar y presionar con Irán y Corea del Norte. Por lo demás, Bush y Kerry coinciden en que la proliferación de armas de destrucción masiva es el peor enemigo de EE UU, prometen mano dura contra el terrorismo y quieren presupuestos de Defensa elevados. Y aunque el demócrata aprecia la cooperación multilateral, no es fácil que EE UU vuelva a Kioto o suscriba la Corte Penal Internacional.

Philip Gordon, de la Brookings Institution, cree que en caso de victoria de Bush "existe la posibilidad de que adopte una política exterior más moderada, más multilateral, más atenta a las quejas de los aliados". Una de las razones "sería simplemente que las limitaciones de EE UU son mucho mayores que hace dos o tres años: el déficit presupuestario, con el Ejército ocupando Irak y la intensa oposición nacional e internacional hacen que le sea más difícil aplicar una política exterior radical. Y además, desde un punto de vista realista, ya no hay más países para invadir". Todo ello limitaría a Bush, pero tampoco es seguro. "Es tan inflexible, que tampoco habría que esperar un cambio notable. La ofensiva contra los terroristas en el exterior, la democratización de Oriente Próximo, el ataque preventivo... todo esto posiblemente no cambiaría", según Gordon.

Si Kerry ganara tendría una cálida recepción planetaria. Inmediatamente, tendría que aclarar su política sobre Irak, porque cuando pida ayuda a los Gobiernos europeos, éstos le dirán que no hay mucho que hacer con "una guerra equivocada en un momento equivocado y en un lugar equivocado", como el candidato repite. Su plan para "ganar en Irak" no es diferente al de Bush: garantizar la seguridad en las elecciones de enero, asistir al nuevo Gobierno en el afianzamiento de la democracia y la economía, entrenar a la policía y al Ejército iraquíes y convocar una conferencia internacional para repartir cargas y responsabilidades.

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El equipo que asesora a Kerry en política exterior está formado por halcones demócratas, intervencionistas como Richard Holbrooke, enviado especial en los Balcanes y ex embajador de Clinton ante la ONU, aspirante -junto al senador Biden- a ocupar el Departamento de Estado en una Administración demócrata. Marco Vicenzino, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos en Washington, cree que la política exterior cambiaría con Kerry "en el sentido de ampliarse la retórica multilateral", pero que "el mapa está marcado por el 11 de septiembre, y no hay demasiado margen de maniobra". Los "movimientos tectónicos desencadenados en la política exterior de EE UU permiten a Kerry un espacio de maniobra limitado", con lo que el eventual nuevo presidente introduciría modificaciones también limitadas, con énfasis en el diálogo internacional, pero sin abandonar la perspectiva de única superpotencia.

No serían cambios cosméticos, coincide Gordon, que cree también que "hay ciertas realidades que no cambiarán, como el apoyo a Israel, la presión sobre Irán, el gasto elevado en defensa... todo ello en un marco más realista". En esta perspectiva, ¿sería más difícil para los europeos lidiar con el presidente Kerry? "Depende. Si realmente quieren llegar a acuerdos y tener una nueva relación transatlántica que funcione, es más fácil con Kerry, porque yo creo que él está dispuesto a moverse en esa dirección. Pero eso exige compromisos difíciles por parte europea. De alguna forma, Bush les hace la vida más fácil. No tienen que hacer gran cosa, dicen: 'No estamos de acuerdo, no nos gusta Bush, ni hablar'. Con el presidente Kerry cambia eso, y se complican las cosas para casi todos. En el caso de España, por ejemplo, pondría la pelota en su campo".

De izquierda a derecha, Berlusconi, Chirac, Bush, Schröder y Blair, en una reunión del G 8 en Evian (Francia) en junio de 2003.
De izquierda a derecha, Berlusconi, Chirac, Bush, Schröder y Blair, en una reunión del G 8 en Evian (Francia) en junio de 2003.EPA

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