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Reportaje:

Haití recibe con más curiosidad que júbilo a los españoles

Los contingentes de España y Marruecos serán totalmente independientes desde el punto de vista operativo

Juan Jesús Aznárez

Mosquitos y tórridas temperaturas se abaten sobre los infantes de marina encargados de levantar un campamento en la ciudad Fort Liberté para acoger a los 200 soldados de la dotación española que ayudarán a la estabilización de Haití. Los marroquíes completarán el batallón conjunto, y la convivencia operativa con un país que ha sostenido guerras coloniales y rifirrafes de todo tipo con España no parece entusiasmar a los infantes, pero tampoco les preocupa. Alguno participó en la recuperación de Perejil y tuerce el morro. La histórica desconfianza sigue vigente. "Es una operación política, pero a nosotros eso no nos importa. Sólo obedecemos", comentan varios soldados.

Cerca de la madrugada del viernes, una columna motorizada con 79 infantes llegó a la ciudad fundada por los españoles en el año 1578, conquistada por franceses en 1725 y reconquistada por el general hatiano Toussaint L'Ouverture en 1796. El campamento provisional de la Armada limita con las ruinas de las fortificaciones erigidas por los franceses en una bahía cercana a República Dominicana. Los soldados españoles apuntalaron carpas, antenas, almacenes, servicios básicos y una potabilizadora de agua con capacidad para producir 400 litros a la hora, previa inspección médica y veterinaria de las playas de donde procede el agua a desalinizar.

"Queremos crear estabilidad para que la gente no tema salir a la calle", explica un oficial

"Y los mosquitos, terribles", se rasca un cabo. Encontrar una sombra no es fácil. Hay que construirla. Integrantes de la unidad descansan junto a sus tiendas individuales y tienen poco que contar porque su trabajo apenas empezó. Les han informado que Haití es un país en crisis, que vienen a echar una mano y que sólo disparen en defensa propia o de la propia misión. Son las reglas definidas por las Misión de la ONU para la Estabilización de Haití (Minustah). Aunque muchos habían estado en África, les asombró lo poco que pudieron ver de Cabo Haitiano, donde desembarcaron a bordo del buque de asalto Castilla. La miseria es grande; el abigarramiento, sofocante, y la sensación de la tropa, cierta, es que la mayoría de los haitianos vive a salto de mata.

El contingente marroquí todavía no ha llegado, pero se espera a mediados o finales de la próxima semana. Logísticamente es independiente, montará su base en otro punto de la ruta hacia Cabo Haitiano y responderá de sus movimientos tácticos ante el coronel español Javier Hertfelder de Aldecoa. Antes de emprender el viaje, el rey Mohamed VI comunicó a sus integrantes que la misión era "fruto de una iniciativa conjunta hispano-marroquí, dirigida a reforzar las relaciones entre el reino de Marruecos y el reino de España". Pese a las reservas iniciales, pueden fructificar las relaciones humanas entre soldados. "No lo sé. Igual hacemos buenos amigos entre ellos", señala un infante.

El teniente David Silvestre Barrio, que organiza la instalación del campamento y hace de portavoz de la unidad, indica que las zonas de responsabilidad de los contingentes español y marroquí están perfectamente definidas y cada uno tendrá sus propios quehaceres. "Salvo algún oficial de enlace o cosas muy concretas, tengo entendido, que poco vamos a trabajar con ellos. Tanto desde el punto de vista operacional o logístico son dos contingentes totalmente independientes". El oficial gaditano es un veterano de otras misiones internacionales, al igual que otros mandos desplazados a Haití. Desde agosto, todos recibieron clases teóricas desde el punto de vista humanitario, político, económico, social e histórico.

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"Queremos crear un ámbito de estabilidad, que permita que la gente no tenga miedo de salir a las calles y, en su momento, de votar. Que puedan vivir en democracia y progresar", subraya el teniente. Los habitantes de Fort Liberté, poco más de 15.000, apenas han progresado desde que nacieron. Observan a los expedicionarios con más curiosidad e indiferencia que júbilo porque o no creen que su vida vaya a cambiar mucho o son escépticos sobre la masiva operación de la ONU para devolver a los haitianos la confianza en sus propias posibilidades como nación. "Queremos trabajo y que arreglen la carretera hasta Cabo Haitiano".

Son dos de los deseos de un vecindario que apenas ha visto a gente blanca en su demarcación y vive más decentemente que los moradores de los barrios más insalubres de la capital, Puerto Príncipe, con 2,5 millones de habitantes, o de Cabo Haitiano, con 800.000. Los 60 kilómetros de esta última ciudad a Fort Liberté llevan más de cinco horas a las columnas motorizadas porque el asfaltado es mínimo, y muchos los socavones, los burros y vacas transitando por la ruta. Los españoles patrullarán en un área de tierras poco fértiles y agricultura precaria, habitada por campesinos que crían uno o varios cerdos, cabritos, reses y aves de corral: su principal patrimonio.

Los infantes de marina parecen de buen humor: "No se os ocurra poner nada de que porque estamos aquí, además de los mosquitos, nos van a acechar las mujeres, porque la mía coge un vuelo en España y se planta aquí", avisa un veterano. Las esposas y novias nada tienen que temer: ningún entretenimiento fuera de la base y disponibles las 24 horas del día durante los cuatro meses de la misión. Durante ese periodo dos permisos de 96 horas fuera de la zona de operaciones pero dentro de la isla.

Un infante de marina vigila la entrada del campamento que las tropas españolas han instalado en Fort Liberté.
Un infante de marina vigila la entrada del campamento que las tropas españolas han instalado en Fort Liberté.EFE

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