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El 'boom' animado

El cine de animación fue considerado durante años el hermano menor del género. Hoy, dejada atrás la etiqueta 'infantil', es industria millonaria. Grandes estrenos y nuevas publicaciones ilustran la actividad de los estudios más destacados del mundo.

En la sede neoyorquina de los estudios Blue Sky, el lugar donde nació La edad de hielo en 2002, llevan meses mostrando su nueva criatura, Robots, una historia dulce sobre un autómata adolescente, hijo de un robot lavaplatos, que siente curiosidad, se ilusiona, sufre, viaja, conoce a otros de su especie, aprende y se hace adulto en lo que dará de sí este filme, a estrenar en 2005. Una más de las superproducciones animadas que se presentan ahora o están en marcha. Basta observar los bocetos de seres metálicos, los personajes expuestos sobre paneles, el fervor de los realizadores implicados en Robots y los breves adelantos en vídeo para entusiasmarse con un trabajo hecho con mimo y, de paso, meditar sobre la extraordinaria credulidad humana. Capaces somos de simpatizar con el retoño de un lavavajillas hasta el punto de llegar a atender con gusto sus desventuras. Y quien dice un robot, dice un pez perdido en el océano (Nemo), una pantera que es rosa, o un gato y un ratón (Tom y Jerry) que no paran de hacerse perrerías.

Y hay muchos más: Dumbo, Bugs Bunny, Mowgli, Micky, Calimero, Heidi, Popeye, Betty Boop, Vaca y Pollo, la princesa Mononoke, Burt Simpson, Garfield… Todos, parte de la cultura popular de nuestros días. Desde la invención de un aparato llamado praxinoscopio en 1877 y el teatro óptico de Emile Reynard en el París de 1892 hasta el imperio Disney, el abandono progresivo de las obras en 2D (dibujos clásicos en dos dimensiones) y las nuevas superproducciones en 3D (digitales) se ha recorrido un largo trecho.

"Errar es humano, inventar es divino", dejó escrito el pedagogo Gianni Rodari. Los hombres y mujeres que trabajan cada día en el territorio de la animación inventan mucho. Son hoy tan numerosos y prolíficos que sus productos están por todas partes: cine, televisión, publicidad, Internet, vídeos musicales, móviles… Su tarea es mágica: usan unas técnicas u otras (dibujos, stop-motion, infografía, pixilación…); moldean muñecos de plastilina, marionetas; despliegan materiales diversos, y les salen, al principio, seres pasivos e inertes que poco a poco, con el retoque, el color y la costumbre de trazo y trato, van convirtiéndose en personajes cercanos, queridos (o no; sólo hay que ver las heridas que ha causado en EE UU la recién estrenada película de los creadores de South Park, Team America), a los que impulsan a vivir sin más explicaciones. Los dotan de movimiento y gesto, les ponen voz ajena y casi siempre famosa, los sumergen en mil aventuras ayudados por una u otra tecnología…

Los animadores son dioses. "Es algo metafísico. Como controlar otra fuerza vital", dijo Ray Harryhausen, uno de los grandes del género, tal y como recoge el libro Animated films, de James Clarke (editado por Virgin). "Yo no puedo parir, pero doy vida a mis dibujos", afirma un personaje animado que cierra el círculo interpretando a su vez a un animador pirata en la Red (ahí donde se esconde el futuro del género, según Clarke) en la serie Los Simpson.

Pura ilusión convertida en negocio millonario desde que estos filmes han perdido su adjetivo infantil y han incluido en ese "para todos los públicos" también al espectador adulto. Un boom que se aprecia en decenas de producciones anuales y en un creciente espíritu competitivo por llegar al corazoncito del espectador y hacerse con esa nueva categoría de los Oscar: mejor película animada. Basta pensar en Buscando a Nemo: desde 2003 lleva recaudados 850 millones de dólares y se ha situado en el octavo puesto entre los filmes más taquilleros de todos los tiempos (seguida de cerca por Shrek 2, recién estrenada y ya en el décimo puesto; la primera sigue siendo Titanic, 1997). Y no sólo eso: Buscando a Nemo ganó el Oscar y estuvo nominado hasta en una categoría insólita: mejor guión original. Un gran paso.

Todo esto, sin embargo, es ya historia (y la del género se cuenta a la perfección en 110 años de cine de animación, de Giannalberto Bendazzi, editado por Ocho y Medio). En el hoy y ahora viven cada uno de los 74 estudios que aparecen en el libro Animation now!, publicado por Taschen. Casi 600 páginas de las que se encarga Julius Wiedemann, quien a su vez eligió para su elaboración al equipo de Anima Mundi, responsable del atractivo festival de animación homónimo de Brasil. "El criterio de selección fue incluir, básicamente, todos los estilos y técnicas de animación y que estuvieran representados estudios de todo el mundo", asegura Wiedemann. "Ha sido imposible incluir a todos los que merecerían figurar en una antología", advierten los de Anima Mundi.

Así, de la A a la Z, se citan desde Disney hasta los Britoons, de lo que se hace en Japón a la escuela de Canadá, de famosos a independientes, de las nuevas apuestas en el Oeste a las del Este. Como dice Clarke: "El futuro de la animación es tan excitante hoy para la audiencia y los colgados del género como debió de serlo para aquellos primeros creadores en los inicios del siglo XX. Ellos reconocían la magia haciendo real lo que parecía imposible y provocando que el público exclamara: '¡Uau…, mira eso. Es asombroso!'. Ése es el milagro".

Trenes, robots y otros seres increíbles

La sensación llegará en noviembre bajo el nombre de Polar Express, un filme de ultimísima generación digital, de Chris van Allsburg y Robert Zemeckis, que, aseguran sus creadores, es la producción animada más cara de la historia y un bombazo desde el punto de vista creativo, porque, aparte del virtuosismo técnico, riza el rizo convirtiendo la imagen del actor Tom Hanks en dibujo animado. Y no sólo eso: en esta obra de ambiente ferroviario y paisajes nevados, Hanks interpreta a cinco personajes distintos. En esa misma fecha se podrá ver The incredibles, dirigida por Brad Bird (realizador de El gigante de hierro) y producida por John Lasseter (padre de Toy story y alma de la casa Pixar), que volverá a dirigir una película en 2005 (Cars), con la que pondrá punto final a su alianza con Disney. Robots, de Chris Wedge, se estrenará en marzo de 2005.

Genial mezcla de técnicas tradicionales y modernas, destacando la dificultad de la animación en plastilina.
Genial mezcla de técnicas tradicionales y modernas, destacando la dificultad de la animación en plastilina.AARDMAN

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