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Abróchense los cinturones

Todo se encuentra en Philip Roth, en Me casé con una comunista (Alfaguara), que devoro mientras aguardo con ansia la aparición de su nuevo libro, The plot against America. Al principio de la obra mencionada (situada en plena caza de brujas, en el Estados Unidos de los años cincuenta), un personaje reflexiona acerca de uno de los políticos que forman parte del fascista (no lo digo yo: lo dice la Historia) Comité de Actividades Antiamericanas, como ayudante del futuro presidente Nixon. Y reflexiona así: "Es imposible que sea tan mezquino e insípido como parece. Eso no puede ser más que la décima parte de la verdad. Ha de haber algo más (…). ¿Pero por qué? ¿Son acaso obstáculos que dificultan la astucia y la dureza? ¿Qué podría ser más firme, más constante que la mezquindad y la insipidez (…). No es preciso tener una visión evolucionada de la vida para ansiar el poder, ni para alcanzarlo. De hecho, una visión evolucionada de la vida puede ser el peor obstáculo…".

Repasé este párrafo después de leer que The New York Times apoyaba a Kerry contra Bush Jr. Por el amor del cielo, grité, antes de desvanecerme. No lo hagan, no lo hagan. Pues ya teníamos (salvo intervención salvadora en los últimos momentos), a favor de la reelección del actual presidente de Estados Unidos, a muchas mujeres, negros e hispanos amantes de lo macho y lo populista. ¿Qué quieren estos intelectuales? ¿Que le voten también todos los que no leen el primer periódico del mundo mundial anglosajón?

Quiero decir, queridos, que abrochémonos los cinturones, porque va a ganar George W. Bush. Confieso que este artículo está escrito con el interés de que suceda lo contrario, porque preferiría equivocarme y tener que pedir perdón en cuclillas a que se cumplan mis predicciones. Pero, en el fondo, algo me dice que acertaré, para desgracia de muchos. A lo sumo, puede ocurrir que lo que yo temo (que Bush Jr. gane por goleada, como opción más proamericana que ninguna) no ocurra, y que gane por los pelos, con la ayuda del inconmensurable Ralph Nader y su partido subvencionado por los republicanos.

Lo cual me conduce, de nuevo, a Roth y al libro al que me he referido en el primer párrafo. Hay un momento en que el padre de Nathan, el narrador, le advierte para que no vote al tercer hombre, Henry Wallace, en las elecciones de 1948, cuando Truman y Dewey compitieron como candidatos, respectivamente, por el Partido Demócrata y el Partido Republicano. Wallace, honesto aunque pelín estalinista que acababa de romper con los demócratas y de fundar el Partido Progresista, podía contribuir a la victoria de la derecha, restando votos a sus adversarios. Ello no ocurrió, pero el padre de Nathan lo ignora todavía cuando advierte a su hijo: "Lo único que va a hacer tu hombre es impedir que los demócratas lleguen a la Casa Blanca… Y si llegan los republicanos, eso significará para el país el sufrimiento que siempre ha ocasionado esa gente. Tú no habías nacido cuando mandaban Hoover, Harding y Coolidge. No tienes una experiencia directa de la crueldad del Partido Republicano. ¿Desprecias los grandes negocios, Nathan? ¿Desprecias a los que tú y Henry Wallace llamáis 'los peces gordos de Wall Street'? Bueno, no sabes cómo es cuando el partido de los grandes negocios pone el pie en la cara de la gente corriente".

No se me ocurre mejor aviso para navegantes. Un aviso al que habría que añadir que, si el día 2 de noviembre sus compatriotas confirman a George W. Bush al frente del Imperio, nos va a costar muchísimo a quienes amamos a ciudadanos norteamericanos que escriben como Philip Roth seguir manteniendo un intento de objetividad al referirnos a su país, tratando siempre de distinguir entre el poder y la gente, entre Dinasty y Marilyn Monroe. Y para los votantes de Kerry será sumamente duro convivir con esa parte de su nación que ilusionadamente, entusiásticamente, patrióticamente, haya decidido elegir al candidato de la mezquindad y la insipidez, precisamente por la razón de que ambas características no son obstáculos que dificulten la astucia y la dureza.

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