La guerra de las generaciones
EL ÚLTIMO PERSONAJE de García Márquez es un nonagenario que se va de putas; Julián Barnes presenta en su próximo libro a unos protagonistas que hablan de los dolores y humillaciones de hacerse viejos. ¿Está cambiando el modelo de héroe debido al creciente envejecimiento de la población? ¿Sustituiremos al adolescente de El guardián entre el centeno por los héroes geriátricos de Beckett o por el Von Aschenbach de Mann?
El extraordinario crecimiento -exponencial en algunos casos- del número de personas mayores en las sociedades avanzadas va a cambiar los hábitos civilizatorios del siglo XXI a partir de su segundo decenio. En la reunión preparatoria de la cumbre de presidentes autonómicos, uno de los asuntos centrales fueron los gastos asistenciales motivados por el crecimiento de la población anciana, cómo separar la atención médica de la asistencial y cómo financiar esta última sin quebrar la Seguridad Social. En la campaña electoral de EE UU, el pago de las pensiones y el coste de la sanidad pública ha sido argumento identificador de los candidatos.
Los jubilados se van a convertir en la nueva mayoría social. Los políticos, que administran recursos escasos, habrán de elegir entre gastos en educación para niños y jóvenes, o gastos en pensiones para los ancianos
Es tal la presión del inmediato cambio demográfico en el primer mundo que se empieza a demandar de la ONU la preparación de una urgente cumbre del envejecimiento. Se estudia la vejez como fenómeno de masas que afecta a las personas y a los pueblos. A partir del año 2010, cuando empiecen a jubilarse los hijos del baby boom (periodo en el que nació mayor número de personas, a partir de principios de los cincuenta), el número de gente mayor será mayoritaria en las sociedades avanzadas. Por primera vez en la historia -en ésta, la vejez era un fenómeno minoritario y una anomalía-, la sociedad pasará a estar formada cada vez por más viejos que jóvenes, se transformará la proporción entre alimentadores y alimentados, y la ancianidad devendrá en nueva mayoría social, lo que puede provocar el fallo generalizado del sistema.
A analizar esta situación dedica sus páginas el muy sugerente libro El complot de Matusalén (editorial Taurus), del filósofo y periodista alemán Frank Schirrmacher. Una de las tesis que se discuten es la del poder de esta nueva mayoría: aunque los viejos pierdan el sentido de la vida, mantendrán el poder; serán la mayoría, votarán a quien les guste y complazca sus deseos; los viejos, con sus pensiones, su patrimonio y su experiencia, serán la clase explotadora frente a los jóvenes. Los mayores -que en muchos casos serán los miembros de la generación del sesenta y ocho- podrán seguir influyendo sobre los mercados y las opiniones, y transformarlas hasta una edad avanzada.
Esta guerra de generaciones será uno de los conflictos más enconados de la historia. Los políticos, que disponen de unos recursos finitos, habrán de elegir entre gastos de educación para los niños y los jóvenes, o pago de pensiones a muchos ancianos. Es probable que en esta dialéctica surjan sublevaciones ante las desorbitadas cargas en la previsión social, a las que habrá que enfrentarse de forma irreversible por el envejecimiento individual y colectivo.
Schirrmacher complica la situación al sumar la guerra de generaciones a la guerra de civilizaciones de Huntington. En el Tercer Mundo sucede al revés: hay una explosión de la fecundidad y se multiplica el número de jóvenes en busca de futuro. Dice: en muchos aspectos, la actitud de protesta de los jóvenes musulmanes es muy semejante a la de los estudiantes de 1968; cada vez son más los hijos de la clase media musulmana que, marcados por una ideología fundamentalista y resentidos por la injusticia del mundo, se reúnen para representar de nuevo el drama de la revolución de entonces, coincidiendo con el momento en que los revolucionarios occidentales, los del sesenta y ocho de Berkeley, Berlín y París, están a punto de jubilarse.
Con razón escribe el antropólogo Claude Levi-Strauss que, "en comparación con la catástrofe demográfica, la caída del comunismo habrá sido algo insignificante". Se están rompiendo los límites.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.