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Columna
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Concilios

Los presidentes de las comunidades autónomas, incluidos Ibarretxe y Maragall, han sido invitados a reunirse con el presidente del Gobierno español. El objetivo es lubricar el engranaje autonómico, zanjar el desfase financiero de la sanidad y las relaciones institucionales con la UE. Camps ha respondido afirmativamente a la convocatoria, que cuenta con un amplio consenso entre el resto de jefes de gobierno autonómicos. Por el contrario, se ha manifestado en disconformidad con la cita que ha promovido Maragall para constituir la innominada "Eurorregión", con la participación de los primeros mandatarios de las zonas europeas que conformaron la Corona de Aragón, menos la Comunidad Valenciana. La cuestión es dilucidar si la "Eurorregión" tiene sentido sin la participación valenciana o aclarar la conveniencia de que la Generalitat Valenciana no comparezca en ese foro. Para decidirlo y corroborarlo se ha producido un cónclave de representantes de entidades e instituciones económicas y empresariales, con el presidente Camps. De este encuentro parece que ha salido una posición conjunta que se inclina por apoyar toda integración territorial que tenga como finalidad la cooperación económica, siempre que se deslinde de cualquier connotación política. Esta postura es lógica, proviniendo de las entidades económicas, pero todos sabemos que economía y política van de la mano.

En el panorama político español existen dos frentes perfectamente delimitados, desde hace aproximadamente un siglo. Uno de ellos es el ideológico, que confronta posiciones entre progresistas y conservadores, entre laicos y confesionales, entre izquierdas y derechas, entre liberales e intervencionistas. Es un marco amplio en el que se establece el debate de las ideas y las convicciones por lo que respecta a la economía, la cultura, la sociedad y la política en el ámbito estatal. El otro frente es el territorial, donde se da la paradoja de que formaciones políticamente coincidentes mantienen posiciones dispares en aquello que afecta a la historia, la cultura, la economía particular y los conceptos sociales de las diferentes comunidades autónomas que pretenden ser más o menos soberanistas. Existen diferencias notables entre las concepciones nacionalistas más avanzadas. Es decir, entre el nacionalismo vasco propugnado por el plan Ibarretxe y el nacionalismo catalán que lideró en su día Jordi Pujol y que ahora promueve Maragall, con el apoyo del tripartito y desde el PSC. No se puede olvidar que existe un compromiso explícito del PSC con el Gobierno central y que Rodríguez Zapatero no puede dejar de lado determinadas reivindicaciones que condicionan el respaldo catalán a su proyecto político. Con este panorama, a los valencianos nos gustaría saber por qué nuestro President no pudo asistir a la constitución de la Eurorregión, que nadie sabe cómo se va a llamar ni lo que va a ser. Sobre todo cuando personalidades destacadas del PP, como el presidente balear Jaume Matas y el líder del PP en Catalunya Josep Piqué, respaldan esta propuesta, al menos en un principio. Corremos un serio peligro en todo este barullo. Estamos al borde de que se produzca una radicalización del anticatalanismo visceral, que tan flacos servicios ha prestado a los intereses valencianos. No hay ninguna política sensata que pueda preconizar la animadversión a nuestro vecino del norte simplemente por serlo. No se trata de entregarse graciosamente en manos de nadie, sino de establecer una política madura y respetuosa con la historia, la cultura, la economía y con los intereses de la sociedad valenciana.

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