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Reportaje:

Impulso para una nueva vida

Un centenar de drogodependientes andaluces participa en una competición deportiva terapéutica

"Desde que llegué a España siempre me he movido en eso que llaman mundo marginal. La heroína me llevó a la prostitución y de ahí pasé a cometer pequeños delitos para poder pagarme la dosis. Echo de menos mi forma de vida anterior, cuando trabajaba como pianista en Rusia". Así describe Olga Rozhdestvenskjaya la última década de sus 30 años de vida, una desviada trayectoria que decidió enderezar hace apenas dos meses, cuando de forma voluntaria ingresó en el centro de atención a las drogodependencias que la Junta abrió hace cuatro años en Mijas (Málaga).

Olga, al igual que sus 29 compañeras del centro malagueño, tratan de recuperar el mando de sus vidas. "Llevo dos meses en el centro y casi me he olvidado de mis problemas. Me siento feliz porque me encuentro segura y protegida, pero al mismo tiempo estoy intranquila porque sé que esto es como una burbuja y me da miedo enfrentarme de nuevo a la vida real cuando abandone el centro", explica Olga, que ya tiene pensado buscar un empleo relacionado con el turismo en la Costa del Sol para no tener que enfrentarse de nuevo a su círculo social en Lepe (Huelva), donde su vida se torció.

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Seis años de atención

Olga, Victoria, Mari, Arancha, Jose, Dani, Lourdes, Maya o Amalia son algunos de los 120 "usuarios, que no internos", recalcan, que siguen un programa de desintoxicación y reinserción social en las seis comunidades terapéuticas existentes en Andalucía (La Línea, Tarifa, Cartaya, Almonte, Los Palacios y Mijas) dependientes la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social. Todos ellos participaron ayer en la quinta edición de las Olimpiadas para Drogodependientes que organiza la Fundación Andaluza para la Atención a las Drogodependencias, que este año se han celebrado en el albergue municipal Entrerríos de Mijas.

"El objetivo no es otro que enseñarles otras formas de vida más saludables. Además, estas jornadas cumplen con otra función, que los usuarios y monitores de los centros andaluces intercambien experiencias y se reconforten al ver cómo personas con más problemas han logrado sobreponerse y rehacer su vida", explica Ana María Bedoya, directora del centro de Mijas.

Mari (nombre ficticio), al borde de la cuarentena, tocó fondo. "Apenas me tenía en pie, perdí las ganas de vivir porque no le veía color a mi vida", explica mientras aguarda impaciente el alta que le darán en apenas una semana. "Aquí he recuperado la autoestima, la ilusión y las ganas de vivir. Ahora, sólo pienso en mi familia y en recuperar mi vida anterior", relata.

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El mismo camino han casi recorrido Lourdes Blanco, de 19 años, y Maya Nirvana, de 30, ambas enganchadas a la cocaína desde edades muy tempranas. "Era mi novio, mi comida, mi todo, hasta que decidí que no podía seguir así y que tenía que volver a ser dueña de mi vida", cuenta la venezolana Maya. "Tengo que salir por la puerta grande y volver a empezar a vivir, por mi bien, el de mi madre y el de mis siete hermanos", señala Lourdes, de Martos.

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