La moda de la fealdad en la moda
Lo feo interesa mientras lo hermoso angustia. La mayor aportación estética de la moda actual, moda sustantiva de hace más de una década, ha sido la abolición de la belleza pura y su sustitución por el variable arrabal de la birria. Puede parecer un asunto sin peculiaridad, propio de los ciclos reactivos de la moda, pero su persistencia hace pensar en algo de mayor envergadura.
Todo amago de belleza explícita en un nuevo diseño textil es inmediatamente retirado de la vista, toda prenda linda es considerada anciana y, en consecuencia, impropia de habitar nuestros días. La época es, en este sentido, rabiosamente excéntrica, entendiendo por tal la idea de presentar toda colección no con el inocente propósito de mejorar el aspecto del cliente sino de cambiarlo.
Siguiendo esta orientación, la moda actual debe ser esencialmente incómoda a primera vista. Incómoda para el espectador desprevenido e incómoda para la aprendida moral de toda la vida. Sin algún grado patente de trasgresión y de indisciplina no se consigue llegar a la línea actual de la moda. Porque la moda hoy no pertenece ni debe hacer creer que procede de un espacio elegante y virtuoso sino de la escoria, la marginalidad, o el delito; de la enfermedad, la penuria o la música del suburbio. Lo carcelario es, por ello, entre otras opciones, del orden de la moda, mientras lo palaciego, lo acicalado, lo bondadoso y lo apropiado, es el máximo territorio de la no moda.
Los poetas malditos del siglo XIX rebuscaron en la fuerza del mal para componer sus versos una vez que el mundo se mostraba fracasado en sus intentos de seguir las recomendaciones del bien. Puesto que el mundo, en fin, no mejoraba a base de la virtud, ¿no se encontraría la solución en explotar el vicio? Nuestra época sigue, en buena parte, esta clase de creencia romántica. Mientras más manchada, raída y estropeada se presente la nueva colección, cuanto más desarmónica resulte la conjugación de materiales, color y corte, más crece el pecado estético y, con ello quién sabe si el indicio de la otra redención.
La deconstrucción, en pintura, en arquitectura, en literatura o en gastronomía, tienen que ver, igualmente, con este fenómeno general. Deconstruir la historia constituye no una simple devastación sino el intento de volver a construir un proyecto mejor ensamblado. Por el momento no se ha conseguido ese objetivo ideal pero, entre tanto, la tarea consiste en desmontar los conceptos, separar las piezas y oponer un desorden provisional al orden que se ha revelado pernicioso.
La aversión a la belleza se corresponde pues con el rechazo a un sistema representado por la sobada estética de la belleza cuyo efecto aparece ahora insoportable. La continuidad de la moda destroyer expresa bien la fuerza de de la corriente actual. Ciertamente, la moda es sólo superficialmente subversiva, pero la mentira general (en la política, la economía, el arte, la predicación religiosa, los media) también lo es y la batalla, en consecuencia, se libra sobre la misma cancha. Las telas herrumbrosas y artificialmente envejecidas, los pantalones sucios y desplomados, las faldas descuadradas y los escotes asimétricos, cumplen el papel de artefactos contra la construcción oficial. A la farsa de lo políticamente correcto se opone la segunda farsa de la incorrección, a la complicidad de las instituciones corruptas se opone la cosmética de los freaks, los góticos, los punks o los raperos. Este mundo no gusta a casi nadie, pero acaso nunca se dijo tan expresivamente mediante un vestuario dégoûtant.
"La laideur est supérieure à la beauté car elle dure plus longtemps" ("La fealdad es superior a la belleza porque dura más tiempo"), ha escrito Serge Gainsbourg en Je t'aime, moi non plus, según recogía Sergi Pàmies, en El feo seductor (EPS - 08-08-04). Ahora la moda de la fealdad y el excremento, de lo negro y pardusco que inauguró el grunge en las inmediaciones del muro de Berlín, acaso perdure hasta que el resto de los muros que ofuscan el porvenir continúe denegando la oportunidad de una pasarela y un planeta soleados.
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