Honestidad intachable
"¿Y usted cree que la película le interesará a alguien?", le pregunta Pilar Bardem / María Zambrano a la esforzada periodista María Botto que quiere rodar un documental sobre la vida y la obra de la pensadora malagueña. "Es un poquito discursivo", concluye el productor Juan Diego, ex marido de la misma Botto, cuando ésta le muestra un primer montaje con las imágenes sobre la Zambrano. Si uno no estuviera seguro -ahí está su larguísima filmografía para atestiguarlo- de que José Luis García Sánchez suele rodar con confianza incluso sus productos más arriesgados, se diría que nuestro hombre ha ido trufando el desarrollo de su última criatura, esta María querida que nació para conmemorar el primer centenario del nacimiento de la escritora, con sus propias dudas sobre lo que está haciendo.
MARÍA QUERIDA
Dirección: José Luis García Sánchez. Intérpretes: Pilar Bardem, María Botto, Alex O´Dogherty, María Galiana, Juan Diego, Mamen Godoy. Género: drama, España, 2004. Duración: 91 minutos.
Y no es para menos. No le falta a García Sánchez experiencia en el terreno del documental -ahí está un filme como Dolores, otro retrato de una de las españolas del siglo, la Pasionaria; y más aún, su larga colaboración con su pariente lejano, Basilio Martín Patino, en los mejores filmes de este director salmantino-, pero lo cierto es que la mezcla que intenta en esta ocasión resulta altamente conflictiva. Primero, porque desde el punto de vista formal, su propuesta se sitúa en terreno de nadie: ni estricto documental -aunque por su metraje irrumpen imágenes de archivo constantemente-, ni ortodoxa película de ficción -aunque la mayor parte de los personajes que en ella aparecen son actores, empezando por Bardem, de sorprendente parecido con Zambrano-, María querida se mueve con un pie en cada territorio, y en cada uno de ellos corre el riesgo de perderse.
Le ocurre a ratos, y eso es raro tratándose de un guión en el que colaboran el director y el gran Rafael Azcona. Por ejemplo, en muchas de las intervenciones de la Zambrano, que con toda seguridad hablaba como luce en la pantalla, pero cuyas más que frases, brillantes, hondas sentencias caen como losas sobre el espectador, como si la pensadora estuviera hablando para la Historia, no para el público de una sala de cine. Le ocurre, igualmente, cuando intenta resumir en grandes píldoras el pensamiento de la biografiada a partir de la rueda de prensa más inverosímil que se haya contemplado nunca en una película de ¿ficción?
Pero más allá de todo esto, María querida quedará para los anales como un digno esfuerzo de casar didácticamente el cine para el gran público con el rigor habitual del documental de montaje. Desde ahí es desde donde también debe juzgarse un filme que, por lo demás, es de una honestidad intelectual intachable, desde sus referencias biográficas hasta su cabal encendido republicanismo -es difícil, por no decir que imposible, encontrar en nuestro cine una propuesta ideológica de la claridad de ésta-.
Y a la postre, ojalá la película consiga lo que se proponen sus creadores, que no es más que abrir nuevos senderos para un mejor conocimiento de la vida y de la obra de una de las mujeres clave en el discurrir intelectual del siglo XX español. De ser así, se obtendría el doble ambicioso objetivo con el que la película nace: entretener y ofrecerse como clara ejemplar plataforma de conocimiento.
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