_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Linda

Rosa Montero

A menudo, la crónica de sucesos de un país puede ofrecer un fiel retrato de la situación de esa sociedad y de su nivel democrático. En estos días, todas las personas decentes de Venezuela, que son muchas, se sienten horrorizadas y escandalizadas ante la historia de Linda Loayza, una chica de 21 años. Hace tres, fue secuestrada por un tipo, que la retuvo en un apartamento durante más de tres meses, violándola y torturándola sistemáticamente. Cuando la rescató la policía, mostraba mordeduras, quemaduras de cigarrillos, golpes, cortes y mutilaciones varias, fractura severa del maxilar, labios arrancados con un alicate, pabellones de las orejas destruidos, un ojo desviado, costillas rotas, pezones cercenados, desgarro vaginal. Le han tenido que hacer nueve operaciones y las secuelas aún son evidentes, empezando por sus dificultades para hablar por la falta de un pedazo de lengua.

Sin lengua y casi muerta, cuando fue rescatada denunció a un tal Luis Carrera Almoina como culpable de la atrocidad. Este tipo es un niño rico, hijo de un antiguo rector universitario, influyente y próximo al poder. Luis Carrera tuvo que admitir que, en efecto, el apartamento era suyo; pero sus abogados argumentaron que eran novios, que ella entraba y salía libremente, que era prostituta y que todas esas barbaridades se las hacían fuera. Ante el hecho de que la chica estuviera prisionera bajo llave, sostuvo que la encerraba para protegerla. Todo muy delirante.

Un delirio, y una pesadilla, que continuó en los tribunales: 29 jueces se inhibieron y no quisieron ni asomarse al caso. El juicio fue postergado decenas de veces durante tres años, hasta el punto de que Linda tuvo que hacer una huelga de hambre para reclamarlo. Al fin se celebró y acaba de salir la sentencia: Luis Carrera ha sido absuelto, pero Linda ha sido acusada de prostitución y será investigada, como si el hecho de ser prostituta (cosa que además ella niega) pudiera justificar que te arranquen los labios con alicates. Un caso terrible, en fin, que retrata a la perfección la Venezuela de hoy: el machismo atroz de los militarotes como Hugo Chávez, el acomodaticio miedo de los jueces ante el poder, la estructura social caciquil y abusiva.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_