_
_
_
_
OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Transporte público, ¿transporte inteligente?

¿Por qué cada día que lo utilizo me siento más tonta? ¿Por qué cada día más usuarios me demuestran que su uso continuado debilita las neuronas? Parece que ser usuario de transporte público fuera sinónimo de maleducado, poco cívico y egoísta. Me explico: 8.30, metro Pueblo Nuevo, línea 7. Una marabunta de viajeros me arrastra hacia el interior del vagón.

A mí y a mi evidente tripa de siete meses de embarazo. Me sitúo frente a los asientos reservados con la esperanza de que alguien me lo ceda. Sobre todo, porque con tanta gente, ya han empezado los sofocos. Nada. Los que están sentados en dichos asientos me traspasan con la mirada, elevan sus periódicos o, incluso, me miran directamente pero me ignoran. Enrojezco más: de sofoco y de rabia contenida porque no me atrevo a pedir que me dejen sentarme.

Hago trasbordo en Gregorio Marañón. Línea 10. El mismo andén atestado. El mismo resultado. Nadie me cede su sitio, ni por educación ni por obligación. Bajo en Plaza de Castilla y, para completar el viaje, alguien fuma a mi lado junto a un cartel en el que pone "prohibido fumar". Subo al intercambiador de autobuses. En la carretera de Burgos ha habido un problema y el autobús interurbano 159, destino Soto de la Moraleja, llega con retraso. La cola da la vuelta al andén.

Me coloco la última y calculo cuánta gente hay y si habrá posibilidades de poder sentarme. Claramente, no. Me puedo permitir el lujo de hacer un viaje en el metro de pie, pero no en este autobús. Incomprensiblemente, estamos todos obligados por la ley a abrocharnos el cinturón de seguridad en el trayecto más irrisorio en coche, pero cuando se trata de los autobuses verdes podemos ir, no sólo sin cinturón, sino hasta de pie a 70, 80 o 90 kilómetros a la hora por la carretera.

Lógicamente, en mi estado no es lo más adecuado. Sobre todo, porque si me caigo, me golpeo o me golpean puedo hacerle daño a mi bebé. A estas alturas, eso es lo más importante y no los sofocos o los mareos.

Me dirijo a un revisor de la compañía y le pregunto si hay asientos reservados en estos autobuses. Me comunica que no y que dependo de la buena voluntad de la gente. Fantástico.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tres conclusiones. Primera: dejo pasar un autobús atestado, espero al siguiente y llego veinte minutos tarde al trabajo.

Segunda: ¿cómo es posible que un medio de transporte público (por muy privadas que sean estas compañías, están ofreciendo un servicio público, ¿no?) no tenga asientos reservados?

Y por último: si el transporte público es el transporte inteligente, ¿por qué los que lo usamos nos comportamos como borregos? ¿Por qué tengo ganas de volver a mi casa a sacar el coche del garaje y contribuir a hacer del atasco un atasco mayor?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_