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Columna
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Pasarela de forzados

El cronista después de presenciar cómo el diputado popular por Alicante, Federico Trillo, y quien fuera antaño presidente de la Generalidad de la misma formación, Eduardo Zaplana, metían histriónica e histéricamente por el pasapurés su ya precario parlamentarismo, en presencia de un Rajoy virtuoso de la gaita, tuvo una vez más su personal percepción de que el PP apenas si tiene fuelle para ejercer una oposición pobre pero honrada. Y todo eso, poco antes de que De España, y sálvese España y quien buenamente pueda, hiciera el vodevil del móvil: De España parecía el spot de una operadora de peluche, mareándole la perdiz a Camps y a todas sus señorías. Ambas penosas representaciones se escenificaron donde sólo debería imperar la voz de la soberanía del pueblo, sensata, razonable y responsable y no el fingimiento ni el descaro: en el Congreso de los Diputados y en las Cortes Valencianas. Hasta ese punto de muy difícil retorno alcanza el menosprecio a las instituciones democráticas o lo que aún es peor su utilización circense. Y todo esto, en vísperas de unos cónclaves autonómicos, minados de zancadillas e intereses de facciones y grupúsculos, que ponen muy seriamente en peligro la integridad de su partido. El cronista, de Rajoy, dejaría por un tiempo de inflar gaitas, y vigilaría para que los delegados a cada uno de los congresos en ciernes depositaran su canana, su colt y su cuchillo en una percha a la entrada del salón donde vayan a celebrarse. Los nervios están muy a flor de piel y los hay que se manejan con mucho soltura, a la hora de sacar. Por lo pronto, atentos a Galicia que parece algo más amansada, pero sin quitarle el ojo de encima, por si acaso suben cuando parece que están bajando.

En el oficio de reclutamiento de delegados han andado estos últimos días zaplanistas y campistas, y mañana se verá qué pasa, quiénes y cuántos van de cada lado. Alicante es el territorio alzado y consecuentemente el más temido, y, sabiéndolo, el presidente Camps se lo ha trajinado lo suyo, para que las huestes de Zaplana no se lo zampen, haciéndolo aún más ingobernable y posible foco de refriegas e incertidumbres, en unos momentos en los que el PP solo da bandazos y salpica insultos. Por el momento, en la lista oficial, bajo la espuela De España, se apelotonan los representantes de una derecha muy allá, monda y lironda, incapaz de aportar nada que no sea la trágala y el ladrillo. Es homogénea y aristada. Frente a ella, una alternativa de militantes que Zaplana descabalgó de sus cargos, con su chocante autoritarismo, tan pasado de rosca y ya repudiable, hasta en muchos sectores del PP. Gentes que la ciudadanía recuerda y bien. Gentes conservadoras, de derechas, por supuesto, pero con un grado de civilidad y diálogo que le ponen al PP un rostro más centrado, más aceptable, menos crispado. Ahí están, entre otros muchos, María Teresa Revenga, José Ramón García, Elsa Martínez. Para el cronista el hecho de que Maribel Diez de la Lastra, militante histórica, coherente y consecuente con sus principios, les preste su aval es toda una garantía. Son los penados, los forzados al destierro, por el hoy ya solo y algo fané portaecos del Congreso. Y a una pelada.

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