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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La dictadura birmana

La Junta Militar birmana ha invocado motivos de salud para quitarse de en medio en un golpe palaciego al primer ministro y general Khin Nyunt, al que, tras poco más de un año en el cargo, se le suponía un cierto carácter reformista que permitiría al régimen presentar una fachada menos lóbrega antes de presidir en 2006 la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN). La purga, iniciada con la destitución este mismo mes del primer civil al frente de Asuntos Exteriores, desvanece cualquier esperanza democratizadora y hace trizas la política de paños calientes hacia los militares birmanos por parte de sus vecinos regionales.

Birmania, o Myanmar en su actual denominación, es, pese a su extensión territorial y su población, uno de los países más secretos del mundo, regido desde hace más de cuarenta años con opacidad indescifrable por sus generales. A la actual Junta, llegada en 1988, se la conoce sobre todo por mantener en arresto domiciliario, con intervalos desde hace 15 años, a la jefa de la oposición democrática y Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, cuyo partido arrasó en las elecciones de 1990, pero nunca se le permitió asumir el poder.

Mientras Europa y EE UU aprietan las clavijas a los militares con sanciones progresivas, los miembros de la ASEAN han intentado comprometer a la dictadura con un Gobierno más abierto. Pero es China, en su tradición de apoyo a regímenes inaceptables, la que mantiene a flote a su aliada estratégica con sus ventas de armas y sus préstamos políticos. El cisma ha adquirido carta de naturaleza en el reciente cónclave Europa-Asia, celebrado en Vietnam. Mientras los ministros de Exteriores de la UE decidían endurecer el castigo contra la dictadura (negativa de visados a sus mandamases y familiares, veto de créditos internacionales), los 38 Gobiernos reunidos eran incapaces de condenar públicamente a un régimen siniestro.

La vuelta de tuerca de Yangon exige una respuesta internacional adecuada. EE UU y la UE disponen todavía de un amplio repertorio de represalias a su alcance. Pero es la ASEAN, sobre todo, la que tiene el mes próximo, en Laos, la oportunidad de repensar su política inane hacia uno de sus miembros. Están esperando 50 millones de personas amordazadas y bajo la bota militar desde hace generaciones.

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