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Generación'hip-hop'

Siempre recordaré el verano del 04. Mientras los estadios de fútbol se llenaban de fans para celebrar la extremaunción del rock justamente en el 50º aniversario de su nacimiento (aquellos olvidables macroconciertos ibéricos de McCartney, Sting, Bowie, Dylan, Patti Smith, Iggy Pop, Metallica y demás sesentones que habían modificado la fórmula inaugural del género y que ahora sonaba a "sexo, viagra y rock and roll"), por las aceras de las nuevas generaciones atronaban en los guetos y en los coches tuneados las rimas rebeldes del hip-hop, muy lejos del césped de los estadios nostálgicos.

El verano del 04 pasará a la historia como el año en que empezamos a celebrar por todo lo alto los funerales solemnes del rock grande al cabo de medio siglo de absoluta dominación y con lleno total, mientras que en paralelo, en el Sónar, en la Marina del Fórum y en otros numerosos guetos de la Península y del globo le daban la confirmación al hip-hop. Se acabó el medio siglo en el que los rockeros iban por el mundo solos, sin competencia. Desde ahora habrá que contar, por bemoles y pareados, con los raperos.

La gran noticia de este verano y que no he visto reflejada como se merece es que por fin había cambiado radicalmente la banda sonora del planeta y por una vez, bendito sea, estamos sincronizados aunque en este caso no tengamos raíces en el país de las raíces. A aquel insistente y pegadizo ritmo sincopado del rock and roll que procedía directamente del rhythm and blues y que nos hizo mover las piernas y el cerebro durante cincuenta años, le ha salido un compás respondón y que no procedía de su código genético, como hasta ahora ocurrió con todos los estilos, modas o tendencias, y no sólo los musicales: el ritmo del cuatro por cuatro del hip-hop, con sus retumbantes bajos subterráneos y con sus muy callejeras rimas asonantes y consonantes.

El caso es que yo, a mi edad, también noté en la piel el brusco cambio de ritmo del globo, algo que solamente ocurre un par de veces en la vida, y consulté rápidamente al doctor Google, que es mi nueva Enciclopedia Diderot-D'Alembert de cabecera. Tecleé en el popular buscador de Internet la palabra rock-and-roll y me salieron seis millones y pico de páginas en la Red (concretamente 6.140.000) en un tiempo de búsqueda de 0,13 segundos. Hice lo mismo con la voz hip-hop, sospechando que a causa de la absoluta novedad del compás la diferencia sería enorme, y resulta que fueron 5.610.000 referencias en 0,25 segundos. Y lo que es más sorprendente: las páginas en español referidas al hip-hop fueron 429.000, mientras que las del famoso ritmo que arrasó en el siglo pasado sólo fueron 97.000.

No se trata de una evolución (los profundos bajos del cuatro por cuatro del rap no proceden del ritmo sincopado del rock, insisto en la novedad) ni de una bifurcación musical ni de una mutación genética del virus que hasta ahora mismo y durante cincuenta años contagió el ritmo del planeta. Con el hip-hop, ocurra lo que ocurra en el futuro con sus bardos y sus pareados, se trata sencillamente de una verdadera revolución que, además de cambiar la banda sonora de la hipermodernidad, se está convirtiendo en otro estilo de vida alternativo al rock.

Porque también el 'hip-hop' es una nueva concepción del mundo para esas nuevas generaciones que han quedado hartas del rock y sus infinitos derivados genéticos con los que vibraron sus padres y hasta sus abuelos, y que también se declina de muchas maneras: como música y rima en forma de rap y djing (las creaciones de los pinchadiscos rascando vinilos), como coreografía (la atlética breakdance de las aceras, con sus desafíos olímpicos de barrio: los llamados battles), como diseño de la existencia (los graffitis y los tags) y con las ya muy nutridas escisiones de la rama fundadora del nuevo ritmo: el indie europeo, el mainstream de la MTV, el cyberground, los B-Boys de Detroit, línea Eminem, qué sé yo.

En cualquier caso, los publicitarios, que son los tipos más atentos a los cambios de ritmo, ya empiezan a utilizar el hip-hop como materia prima de sus mejores anuncios televisivos; desde Sprite hasta Reebok, pasando, faltaría más, por el fútbol. No olvidemos que en aquel spot de Nike para el último campeonato internacional, titulado Freestyle, las megaestrellas del fútbol danzaban sus pericias con el balón en el más puro estilo hip-hop, y Ronaldinho era el rey indiscutible de aquella hermosa breakdance sin reglas. Pues bien, el paso que va de aquel estilo rockero de Ronaldo en sus estallidos sincopados hacia la puerta a estas virguerías raperas de Ronaldinho es el que señala con precisión el cambio de ritmo del planeta y seguramente el destino de la Liga.

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