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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Unas memorias atentas a cada detalle

Un libro de memorias. ¿Otro libro de memorias? Paula Fox es un escritora creo que desconocida en España. Sus memorias, pues, se adelantan a sus novelas. Cabe pensar que no tiene mucho sentido. Memorias de una desconocida. No sé si ésta es la mejor introducción de Paula Fox en España porque desconozco su obra literaria, pero debo decir enseguida que estas memorias son arrebatadoras. No es frecuente encontrar sin advertencia un libro tan bellamente personal y, a la vez, tan literario como éste. Su autora nació en Nueva York en 1923 y allí reside. Ha publicado seis novelas y varios libros infantiles, alguno de los cuales traducido en España. Elegancia prestada se publicó en 2001 y a este libro debe su renacimiento como escritora.

ELEGANCIA PRESTADA

Paula Fox

Traducción de Jordi Doce

y Nuria González Oliver

Turner. Madrid, 2004

274 páginas. 19 euros

Estamos ante un relato de infancia y adolescencia. Hay cientos, quizá miles de ellos escritos, pero lo que le otorga a éste una especial singularidad es el tratamiento literario. No es un documento ni una relación de vida más o menos azarosa o dramática sino que, más bien, se trata de un texto cuidadosamente elaborado para hacer, valga la expresión, literatura con la propia vida sin sentirse obligada a recurrir al alto tribunal de apelación a la realidad para fundamentar lo que se cuenta. No quiero decir que no sea verdadero cuanto se relata aquí, quiero decir que la decisión más importante de la autora no es contar su vida sino darle forma literaria. Esto puede parecer una ingeniosidad, pero no lo es. Muy al contrario: es la gracia de este libro.

La historia de Paula Fox tiene importantes agarraderas dramáticas aunque ella esquiva deliberadamente toda autocompasión. Es la hija no querida de una madre que no dejará de manifestárselo y de un padre que sólo en ocasiones, cariñosamente mas a su modo, se ocupará de ella. En realidad es una niña dada en acogida a poco de nacer: lo llamativo del hecho es que sus padres son una pareja totalmente scottfitzgeraldiana, no sólo por la coincidencia de época sino por su propio paso por la vida. El padre incluso llegará a escribir guiones de cine para Hollywood, a intentar escribir novela, a llevar una vida nómada, alocada y muy roaring twenties con su esposa Elsie, a beber, ganar dinero, perderlo, dar sablazos... todo ello dejando a la niña Paula, otra nómada, sucesivamente en manos de un pastor protestante, una abuela cubana y otra parentela... Sus padres le resultan a Paula, sobre todo, incomprensibles, hasta el punto de que llega a preguntarse por qué su nacimiento y existencia habían supuesto una desgracia tan grande para su madre. Lo que tampoco deja de preguntarse el lector, aunque si es vivo llegará a conclusiones.

La memoria de Paula Fox

-y vamos a hablar del estilo literario- es selectiva y construye su historia de una manera deliberadamente selectiva. Va directa a lo que quiere contar y es una muy buena observadora, pero su mayor virtud es el realce expresivo que extrae de cada detalle, cada actitud, cada gesto o percepción de las cosas y de las personas, incluida ella misma; lo hace con precisión, frescura, decisión y sin rodeos. Un ejemplo: "La tiíta se pasaba casi todas las tardes hablando en susurros al oído de su madre, inclinándose de tal modo junto a la silla de ruedas que parecía estar siempre a punto de caerse. Daba la impresión de que iba a colarse por el regazo de la anciana en cualquier momento". Tiene una manera muy desgarbada de ir soltando detalles, momentos, miniescenas, en retahíla de tal modo que, en muchos casos, parecen simples pinceladas o dan la apariencia de saltos apresurados de la memoria motivados por un no menor apresuramiento en el contar: hasta que nos damos cuenta de que ése es el estilo elegido y que la suma de todos esos saltos posee una coherencia que se desarrolla en segundo plano y también que la suma de todos -el resultado literario- se concreta ágilmente en una verdadera profundidad de vida.

La formidable mirada de esa niña es el tamiz por el que pasa todo el relato, es la distancia narradora que la autora interpone entre ella y su memoria: y es ella la que se va construyendo como personaje en la medida que relata cómo va cambiando su mirada al mundo; o dicho de otro modo: en la medida que va construyendo su mirada, va recreándose a sí misma. Entonces el modo de contar es decisivo, claro. Hasta el extremo de que, cuando se ve obligada a, por ejemplo, dar cuenta de la historia que contiene una novela clásica de la tradición anglosajona como es The way of all flesh, lo verdaderamente importante no es la reproducción de la novela sino el modo en que ella lo cuenta. Y ésta es, por su parte, no una anécdota o una reproducción de la realidad sino una decisión estilística, una decisión literaria.

El libro es un auténtico puzle, muy bien resuelto, de piezas preciosas. Sólo al final hay un salto que pasa de la adolescencia a la vida adulta, actual, de la autora, pero aun esa licencia está hecha con toda gracia. Y algunos de los personajes que pululan por estas páginas tienen un paso tan breve como encantador, porque la autora ni se envanece ni se detiene en innecesarias demostraciones: un joven John Wayne con quien baila, un Buster Keaton que se dirige a ella en un ascensor, un primo de su padre llamado Douglas Fairbanks, un entrañable John Barrymore... No es de extrañar el éxito de estas memorias cuando se publicaron en 2001: es un libro distinto, lleno de vida e inteligencia, de una persona que anduvo de una casa a otra, que tuvo que afrontar un extraño abandono paterno, que miró de frente al mundo y a sus miedos y que no hizo compasión o ternurismo de ello al contarlo sino vida y carácter, inteligencia y sensibilidad. Un libro verdaderamente notable.

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