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Los líderes franceses presionan a Chirac para que frene a Turquía

Debate en el Parlamento de Francia sobre la negociación con Ankara

La mayoría de los líderes parlamentarios de Francia expresaron ayer su desconfianza respecto a la entrada de Turquía en la UE, lo cual es tanto como presionar al jefe del Estado, Jacques Chirac, partidario de abrir el proceso de negociaciones. En un debate sin votación en la Asamblea Nacional, muchos oradores propugnaron reducir las negociaciones con Ankara al establecimiento de "una asociación privilegiada".

Otros líderes políticos se mostraron en contra de cualquier tipo de conversaciones, mientras algunos, como los comunistas, pidieron que se aplace todo hasta ver lo que pasa con la Constitución europea. Consciente de la rebelión a bordo, el Gobierno se limitó a impedir que el debate fuera seguido de votación. Formalmente, el presidente de Francia no es responsable ante el Parlamento, pero un voto de este último en contra de negociar con otro país habría sido interpretado como un mandato imperativo de cara al Consejo Europeo del 17 de diciembre -donde ha de decidirse de la apertura de negociaciones con Turquía-, con el riesgo de provocar una crisis institucional.

"¿Qué ventajas tendría para Francia convertirse en el único país de la UE que no quiere abrir negociaciones con Turquía?", preguntó Bernard Accoyer, portavoz del partido gubernamental Unión por un Movimiento Popular (UMP). Sin embargo, este mismo portavoz de la mayoría apenas aportó argumentos a favor de iniciar esas conversaciones: al contrario, dedicó sus energías a quitar importancia a la decisión de diciembre, como si fuera un tecnicismo que habrá tiempo de corregir.

El portavoz del Grupo Socialista -el mayor de la oposición- también restó trascendencia a la apertura de conversaciones y pidió que se dejen abiertas "hasta el final" las dos opciones, bien la entrada de Turquía como miembro de pleno derecho, bien la "asociación privilegiada" con un buen vecino. Una postura prendida con alfileres, porque a la hora en que el portavoz oficial hablaba en el hemiciclo, el número dos del partido, Laurent Fabius, desgranaba en los pasillos las razones de un no a Turquía, que se acumulan a su conocido no a la Constitución europea.

Para completar el cuadro de la división francesa, los centristas tronaron no solamente contra la adhesión de Turquía, sino contra la imposición gubernamental de que no se vote. Su líder, François Bayrou, describió "una democracia debilitada, enferma", como lo demuestra un país cuyo Parlamento no se atreve a votar la "cuestión histórica" de permitir la entrada de Turquía en la UE.

Esa postura no expresa sólo la virulencia con que la Unión por la Democracia Francesa (UDF) -versión francesa de la democracia cristiana- rechaza a que un país islámico entre en Europa. Su jefe tronó ayer en el hemiciclo: "La adhesión de Turquía no refuerza la unidad de Europa, sino su dispersión"; recordó los dramas que se viven en Siria, Irak e Irán, "fronteras naturales de Europa si Turquía fuera miembro de la Unión", y el peligro de que Europa pierda toda imparcialidad ante Oriente Próximo "si ha de actuar a impulsos de los intereses de uno de sus Estados miembros".

Visto el estado de la opinión pública -o al menos, el de sus dirigentes políticos más caracterizados- la postura política del jefe del Estado, Jacques Chirac, aparece cada vez más delicada. No sólo quiere evitar el bloqueo de las negociaciones de la UE con Turquía, lo cual le obliga a enfrentarse con una parte considerable de la opinión de su país, sino que ve amenazado el referéndum anunciado respecto a la Constitución europea. Temerosos de que la discusión sobre Turquía engorde aún más las filas del no a la Constitución, personas de la mayoría de derechas aconsejan -de momento, en privado- un adelanto del referéndum constitucional francés a la primavera próxima (estaba previsto para otoño de 2005), pegándolo todo lo posible al previsible del referéndum español de febrero, para crear un clima menos desfavorable.

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