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Columna
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Liquidación por cese

De repente nos hemos enterado de que ETA era una pyme, un negocio familiar. Aunque de lo que más a gusto nos hemos enterado es de que el chiringuito se ha ido a tomar viento y de que Anboto y Antza no podrán cumplir su sueño de ser jefes de la Ertzaintza cuando ganaran la guerra, ésa en la que sólo creía su imaginario. A cambio se tendrán que conformar con ser presos seguramente modelo, porque no hay como la falta de libertad para cambiar los humos de los que se toman por libertadores. Total que, con el chiringuito patas arriba, cabe suponer que lo quede de ETA andará manga por hombro. Es probable que la dirección suplente -Terneras y otros morlacos- trate de reorganizar la banda, otra cosa es que pueda porque una organización criminal que no se sustancie en elementos tangibles como armas, fondos y sedes, no parece que pueda tomarse por tal. Además, los reorganizadores del cotarro se ven atrapados en una curiosa paradoja: lo que más necesitan es tiempo a fin de reunir a los militantes que deben de andar dispersos y para hacerse con elementos materiales propios de las organizaciones aunque sean de asesinos. Pero el tiempo corre también en su contra, porque la policía sólo necesita tiempo para analizar la documentación incautada y detenerles desmantelando lo reorganizado. Así que la militancia debe de andar corriendo contra el reloj y seguramente para poner pies en polvorosa, porque no puede estar seguro ni de nadie ni de ninguno los lugares previstos para contactos o refugios por temor a que la policía esté al acecho para cazarlos.

No, no corren buenos tiempos para ETA que bastante hará con rehacerse, si puede, y con meditar qué línea política deberá seguir desde la indigencia humana, material e ideológica; vamos, desde la ruina cuasi total en que se halla. Claro que, también deben de andar con el culo prieto todos cuantos están implicados en las tramas financieras de la banda y cuantos merecieron algún trato de favor de la misma a cambio de dinero político o del otro. Da la impresión de que se deben de estar haciendo muchas maletas para irse al otro lado del charco, sobre todo porque Garzón ya tiene abiertos unos cuantos sumarios a los que sólo les faltan ciertos ingredientes que yacen en la minuciosa contabilidad que Anboto, Antza y asociados han puesto gentilmente a disposición de la policía. Por no hablar de lo decepcionado que debe de estar el mundo nacionalista, sobre todo aquel que creía en la imbatibilidad de ETA y en la necesidad de echarse la banda a la chepa como se echa un perfume para no parecer que su partido era un partido vulgar sin la fragancia de los asesinos.

De momento el que da la impresión de estar absolutamente descolocado es Otegi (¿aparecerá su nombre en algún organigrama?), y no porque haya abjurado de la banda, como ha querido ver algún comentarista de esos que les echan capotes y necesitan contar, al parecer, con el trasmundo de ETA. Conforme, Otegi no quiso entrar al trapo de la caída en picado del tinglado como si le importara un pito, pero en sus observaciones acerca de que tampoco ETA está ahora acabada como no lo estuvo cuando le asestaron golpes peores (eso cree él) y en su creencia de que la victoria está más próxima sólo late el irredento. Un irredento que debe de lamentar las ocasiones que se perdieron cuando había alguna fuerza y cuando la fuerza -el lado oscuro de la fuerza- podía mantener viva la esperanza en el mundo de los presos, que se ha visto de golpe incrementado con la llegada de aquellos en quienes cifraban su salud. Otegi podrá apelar a que hay todo un pueblo para recoger el testigo que portaba su avanzadilla, pero que de momento ni ha salido en masa a sostener a ésta ni a coger aquél. Una cosa está clara, Batasuna sólo puede dejar su condición de zombi político rompiendo con aquello de lo que formó parte un día y que ahora es un andrajo. Pero no es seguro que quiera, porque equivaldría a dar por desahuciada definitivamente a ETA, y para eso hace falta demasiado valor.

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