La estupidez de la especie
Aquí el asesino manipula el azar, la suerte, la mala suerte. Sufre un fatal accidente de tráfico el novio de la víctima y la víctima pierde el trabajo, el piso y el coche, Karen, inocente, de buena dentadura y buena familia. Se deprime, recibe fotos de su novio con otra, es violada. Bebe y se droga y cae en la prostitución. Se tira desde una torre. ¿Qué Dios le ha destrozado la vida? Es el caso que investigan dos detectives privados de Boston, Patrick Kenzie y Angela Gennaro, descendientes de irlandeses e italianos, y su amigo Bubba, polaco, antiguo mercenario en los Balcanes y Beirut, tratante de armas, tierno, monstruoso y brutal. Son los héroes de Plegarias en la noche (Prayers for rain, 1999), del bostoniano Dennis Lehane, célebre por Mystic River.
PLEGARIAS EN LA NOCHE
Dennis Lehane
Traducción de María Vía
RBA. Barcelona, 2004
367 páginas. 20 euros
Los detectives de Lehane son católicos. Con abnegación y sentido del deber intervienen teléfonos, pisotean caras, parten un tobillo y oímos crujir el hueso, tirotean un edificio hasta hacerlo polvo, meten miedo y cumplen sus amenazas. Desentrañan secretos de familias tenebrosas, tremebundas. Escarban en el pasado, porque el pasado es vengativo, y las nuevas culpas son hijas de las viejas. Dos amigos, militares, toman cerveza en la terraza antes de que uno le pegue un tiro a otro para después dispararse a sí mismo mientras mira a la niña de la casa. La violencia fraternal estalla así, de pronto, y se lleva todo recuerdo y todo futuro. El matrimonio entraña traición, y padres e hijos están unidos por irrompibles lazos de sangre.
Una chiquilla se ahoga en un estanque, y su hermano mira, genio infantil, campeón nacional de ajedrez a los nueve años. El padre culpará al campeón, que intentará matar al padre con un cuchillo de cocina. No es suficiente horror: aparecen más padres, más hijos, más militares, el hijo de un coronel especialista en psicotortura y una madre psicológicamente torturada que un día se abre las venas en el cuarto de estar. Al detective su padre lo ataba y lo quemaba con una plancha, dolor doméstico. Dennis Lehane escribe intrigas de terror criminal, bestial, familiar, y apela al resentimiento de sus pobres lectores: el violador sometido a tormento tenía la prepotencia que sólo da la riqueza heredada, maldito sea. Los personajes tejen la historia, caracterizados por el coche que usan, la ropa, el mobiliario o el aspecto marchito de la limpiadora de la casa.
Incluso los personajes más
fugaces están construidos con atención y habilidad: un ladrón de cajas fuertes adicto a la cerveza y a la fuga, una áspera inspectora, el hotelero que ganó su motel como indemnización por caerse a la piscina vacía y perder las piernas, el gánster que te invita a la barbacoa de los sábados para decirte que le cortará la cabeza a tu mejor amigo y te la mandará por correo. Lehane pone un cuidado especial en sus médicos, de una perversidad admirable, un cardiólogo y una psiquiatra, puro sadismo profesional. Cuando se juntan Angela y Patrick, detectives enamorados, al estupendo suspense melodramático se añade la comedia, la telecomedia, con citas de los hermanos Marx, entre brazos a los que acaban de amputar las manos, y ciénagas y más cadáveres en el río Místico, antes de que alguien reciba un paquete con un dedo de su hijo. La estupidez de la especie es patética, dice el detective católico, el narrador.
El motor de la investigación no es el dinero, sino el remordimiento: Patrick Kenzie no atendió la llamada de socorro de la víctima Karen porque estaba de vacaciones sexuales con una abogada. Ahora, confiando poco en los funcionarios de la ley (no se puede conceder a los asesinos la tregua de un juicio, decía otro detective vengador, Mike Hammer), Kenzie quiere hacer justicia. Pero pagará su pecado pendiente, la llamada no atendida. A la abogada le envenenarán el perro, le romperán la nariz con la puerta de un café, le fallará el despertador y llegará una hora tarde a un juicio vital, casualidades y mala suerte. Dos litros de sangre le costará a Kenzie la aventura, que también le deja grandes satisfacciones. Plegarias en la noche fue la quinta y última novela de la serie de Kenzie y Gennaro, interrumpida por la triunfal Mystic River.
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