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Crítica:ESTRENO | 'Bombón, el perro'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Compendio de sabiduría

Ángel S. Harguindey

Sin rodeos: Bombón, el perro, cuarto largometraje del argentino Carlos Sorín, es una excelente película. Ganadora del Premio Especial de la Crítica en el Festival de San Sebastián, narra la tierna historia de una amistad entre un parado, Juan Villegas, y un dogo argentino, Gregorio (Bombón en el filme), con un tono intimista, contrapunto del inmenso y desolador paisaje en el que la sitúa: la Patagonia. Sorín, que ya había cosechado numerosos premios y el apoyo popular por su anterior filme, Historias mínimas, vuelve a mostrar su predilección por los perdedores, por el relato de lo cotidiano, y lo hace desde la convicción de que la sencillez es la mejor demostración de la sabiduría.

BOMBÓN, EL PERRO

Dirección: Carlos Sorín. Intérpretes: Gregorio (Bombón o Lechien) Juan Villegas, Walter Donado, Pascual Condito, Mariela Díaz, Rosa Valsecchi. Género: drama, Argentina, 2004. Duración: 97 minutos.

Bombón, el perro es sin duda una nueva historia mínima. La Patagonia, el rodaje con actores no profesionales, la sobriedad estilística, la parquedad en los diálogos..., todo remite a una forma de concebir el cine que el propio realizador ha descrito con precisión: "Mis personajes no se caracterizan por frases memorables, por eso apuesto por el rostro, los gestos, los silencios". Y así es. Claro que hay rostros y silencios que lo expresan todo.

Juan Villegas, empleado de gasolinera, es despedido por un reajuste de plantilla. Tiene 52 años y su vida, como su futuro, tiene pocas salidas. Una casualidad le convierte en propietario de un magnífico ejemplar de dogo argentino, lo que a su vez le permitirá conocer a nuevas gentes y vivir situaciones que no esperaba. Surge, siempre desde la mesura, un atisbo de esperanza. Villegas y Bombón recorrerán buena parte de la inmensidad patagónica en una destartalada camioneta. La película alcanza la condición de nómada y el espectador asiste a la consolidación de una gran amistad. Son varias e importantes las circunstancias que comparten: un presente en el que la simple supervivencia es el valor más apreciado, un territorio que impone y condiciona una actitud estoica, amistades recientes tan solitarias como ellos mismos, incluso una cierta impotencia sexual. Todo se desarrolla con sencillez, con una hábil mezcla de comedia y drama, sin aspavientos. La mirada de Sorín es la de alguien que busca transmitir los mejores sentimientos básicos de los seres vivos, humanos o no, sin el menor atisbo de adoctrinamiento.

Aun a riesgo de transgredir las normas no escritas, lo cierto es que Bombón, el perro encuentra en los relatos literarios de lo que se vino en llamar "realismo sucio" sus parientes más próximos. Los Carver, Ford o Tobias Wolff, entre otros, optaron, en palabras de Bill Buford, editor de la revista Granta, "por una ficción dedicada al detalle local, al matiz, a las pequeñas distorsiones del lenguaje y el gesto que, a la vez, podría ser de cualquier parte". Esa atracción por lo banal, por el alejamiento de las grandes acciones o de la grandilocuencia es lo que hace de sus historias, Bombón, el perro incluida, un hermoso y universal compendio de sabiduría.

Carlos Sorín, en Madrid.
Carlos Sorín, en Madrid.BERNARDO PÉREZ
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