Presupuestos 2005
Sin duda, la noticia clave de la semana pasada ha sido la presentación por el Gobierno del Proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2005 (PGE-05). También conocimos dos datos que no quisiera pasar por alto. El primero fue el avance del IPC de septiembre. El dato fue bastante mejor de lo previsto, al indicar que la inflación pudo haberse reducido en ese mes dos décimas, hasta el 3,1%. El INE no ofrece la desagregación por productos, pero esta caída podría deberse a los alimentos sin elaboración y a la bajada de los precios turísticos, que acusan la debilidad de la demanda. Esta reducción es muy importante, pues nos permitirá terminar el año algunas décimas por debajo de lo previsto, ahorrando costes a la Seguridad Social y a las empresas y moderando las expectativas inflacionistas de cara al próximo año.
Se habla mucho de transparencia, pero por ahora ésta brilla por su ausencia
Otra información a destacar es el comercio exterior de julio. El déficit comercial sigue creciendo fuertemente, pero hay algunos signos esperanzadores: las exportaciones muestran una fuerte recuperación, por segundo mes consecutivo, y el crecimiento de las importaciones -todavía superior al de las exportaciones- se basa fundamentalmente en la compra de bienes de equipo y de productos intermedios, lo que indica que la inversión empresarial en equipo mantiene una senda alcista y que la actividad industrial estaría repuntando. Que se mantengan estas tendencias es imprescindible para hablar de recuperación de la economía española durante el próximo año.
Respecto a los PGE-05, la primera idea que me vino a la cabeza cuando empecé a analizar las cifras es que ser ministro (o consejero autonómico) de Hacienda en España debe ser una gozada. Poder satisfacer crecimientos anuales del gasto público del orden del 8% y al mismo tiempo presentar saldos equilibrados, o incluso con modestos superávit, es algo que ya querrían para sí sus colegas alemanes, franceses, italianos, griegos y otros muchos. Hay dinero suficiente para contentar a los políticos, que tiran del gasto social (éste, que representa la mitad del gasto total de las administraciones centrales, crece nada menos que un 9,5%), y a los economistas, que quieren más para educación (aumento del 6%), infraestructuras (9,1%) e I+D+i (25,4%). El aumento de recursos para estas tres últimas partidas apunta en la buena dirección y ojalá se repita, incluso se acentúe, en los próximos años. Pero no veo cómo hacer esto compatible con mantener un crecimiento del gasto social como el programado este año sin superar el techo del 40% del PIB para el gasto total y consiguiendo superávit. Este año eso se consigue con una previsión de ingresos que, desde mi punto de vista, es bastante optimista. Doctores tiene la Iglesia (Administración Tributaria), pero eso de que la recaudación de los principales impuestos crezca unos tres puntos por encima de lo que previsiblemente lo hagan sus bases imponibles es difícil de asimilar. El crecimiento previsto del PIB (3%) también parece algo optimista. En resumen, que si el Gobierno se gasta todo lo presupuestado, lo más seguro es que el próximo año cierre con déficit y no con superávit.
Una última cuestión. Se habla mucho de transparencia, pero por ahora ésta brilla por su ausencia. La información económica de los PGE-05 es tan pobre o más que la de años anteriores. Un ejemplo: ni siquiera se nos dice con qué déficit puede acabar el sector público este año. Empiezo a temerme que transparencia y ejercicio del poder sean naturalmente incompatibles.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
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