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Columna
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El llavero

El jueves por la noche estábamos pendientes de la Universidad de Miami, donde debatían dos individuos remotos, Bush y Kerry, candidatos a la presidencia de Estados Unidos de América. Estábamos lejísimos, en un punto perdido entre Granada y Málaga, y yo pensaba en lo que me decía un amigo bastante próximo. Ganará Bush. ¿Por qué? ¿No cuenta, en contra de Bush, que su América, como dice Andrew O'Hagan, se vea confundida en Oriente, aislada de Europa, avergonzada por las torturas en las cárceles afganas e iraquíes, sumergida en corrupción empresarial, y con los fondos públicos exhaustos mientras los ricos siguen recibiendo privilegios fiscales?

Mi amigo cree que ganará Bush por una superstición razonada. Me enseña un llavero con un lema: "John Kerry, president". El llavero, un regalo, se lo han traído de Boston, y mi amigo, que quiere que gane Kerry (difícilmente peor que Bush), da por derrotado a Kerry, teniendo en cuenta su propia experiencia de 20 años de votante: sus candidatos han perdido siempre. La única vez que votó por un vencedor fue en las elecciones al Parlamento andaluz de 1996. Entonces un familiar le pidió que votara a Chaves porque temía cambios en su trabajo si el PSOE perdía la Junta. Mi amigo votó a Chaves: la familia le era más próxima que los candidatos que también solicitaban su voto.

Pero siempre que ha votado sin interés de ninguna clase ha perdido, como yo. El caso es que las elecciones estadounidenses parecerían remotas, sin interés directo para los de aquí, si no fuera por el desorden amenazador que ha introducido en el mundo la política de Bush. Al mal aspecto de las cosas en general, contribuyen las malas noticias distantes, concretas, de todos los días, los coches-bomba y sus matanzas, el asalto a Samarra, 100 kilómetros al norte de Bagdad, 100 iraquíes y un americano muertos, casi en el mismo instante en que Bush y Kerry empezaban su conversación en Miami. El mundo está mejor sin Sadam Husein, como dicen Bush y Blair puerilmente, pero estaría mucho mejor sin las carnicerías cotidianas que ha desatado la invasión de Irak.

Mi amigo augura que perderá Kerry porque es su candidato, y sus candidatos, cuando vota desinteresadamente, soñando, siempre se han estrellado. Pero ¿no sería interesante que cayera Bush? Y Kerry, que ni siquiera ha dicho cómo resolvería la cuestión de Irak, ¿es inocente? Ayer recordaba Luis García Montero en esta página que Kerry comparte con Bush las ideas de fondo, las ideas del abismo. A pesar de eso, por interés, sin inocencia, para Kerry sería mi voto. "Eres inocente cuando sueñas", cantaba hace años otro americano, Tom Waits, y yo soy tan inocente, en opinión de mi amigo, que sueño que voto en las elecciones presidenciales entre Kerry y Bush. (Un detalle: en la fiesta de los bushistas en Miami, después del debate electoral, sonaba una canción que puso de moda Santana en los años 70, Oye cómo va mi ritmo, música entonces, en Granada y en el mundo, de marihuaneros y pacifistas en contra de la guerra en Vietnam. Todo fluye. Todo es absorbido.)

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