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La gestión del aeropuerto

Como si de la maldición de Sísifo se tratara, nuevamente se plantea el tema del déficit de infraestructuras en Cataluña y, por extensión, su adecuación a lo que necesitamos para desarrollarnos.

Este debate no debería ocultar otras cuestiones, igualmente necesarias, como son los modelos de gestión de las infraestructuras, no ya de las necesarias sino, sobre todo, de las presentes, aun cuándo sean insuficientes. El déficit que padecemos no es sólo de cuánto, sino también de cómo, y eso incluye los diseños y el modo de gestionar y de financiar estos elementos.

En Cataluña no sólo necesitamos que el aeropuerto de Barcelona sea un aeropuerto internacional de primera categoría, sino además que sea gestionado según las necesidades de Cataluña. Es decir, estamos dispuestos a asumir nuestras responsabilidades -y tenemos el deber de hacerlo- porque entendemos que es la manera de dar un mejor servicio a la ciudadanía. El actual modelo de gestión de AENA no sólo es anticuado y centralista, sino sobre todo ineficaz. Ineficaz porque traslada el centro de decisión lejos del mismo aeropuerto y de la sociedad a la que sirve; ineficaz porque prescinde completamente de los gobiernos próximos al aeropuerto, el Gobierno de Cataluña y los gobiernos locales afectados; ineficaz porque el régimen financiero de los aeropuertos no va ligado a su cuenta de resultados, sino a una caja común que engulle todo cuanto se le acerca, para reinvertirlo en un nuevo macroaeropuerto en Madrid, sin introducir elementos de competencia entre aeropuertos para estimular su eficiencia; ineficaz porque tiene una concepción jerárquica y subordinada de lo que debería ser una red de cooperación.

Este modelo, que se repite -con matices- en otras grandes infraestructuras, como los puertos, está en crisis, y nos atrevemos a decir que en bancarrota absoluta, y corresponde a una concepción del mundo totalmente desfasada. Urge, pues, acometer profundas reformas en la forma de gestionar los aeropuertos, reformas que deben suponer la asunción de responsabilidades por parte del Gobierno de Cataluña, en ejercicio de sus competencias en materia de ordenación territorial, y por parte de los gobiernos locales, que no son ajenos al impulso que supone, para su territorio, un aeropuerto eficaz, y también por parte de los sectores más directamente interesados de la sociedad civil. No hace falta inventar nada -aunque, bienvenidas las innovaciones si sirven para mejorar- y en el mundo hay modelos que podemos usar de inspiración. Por ejemplo, el modelo canadiense, que tiene a su favor el haber hecho hace pocos años la transición entre un modelo centralizado como el que sufrimos y un modelo federalizado, en red, y cogestionado por gobiernos de los estados y gobiernos locales. En su intervención en el Senado, la ministra de Fomento se comprometió a presentar propuestas concretas sobre la gestión de los aeropuertos y aseguró que estas propuestas serían resultado de un proceso de diálogo. Estaremos atentos y presentaremos también nuestras propuestas, que se inscriben en una concepción mucho más descentralizada, en la que la gestión de los aeropuertos de Barcelona, Girona, y Reus debería ser titularidad de la Generalitat, con participación de las administraciones locales y concertación con los aeropuertos exteriores a este sistema, dejando para el Estado las funciones de seguridad del espacio aéreo y similares, que ya deben contemplarse a escala europea. La necesaria colaboración con aeropuertos externos a Cataluña debería ser posible obviando las fronteras, en un ejercicio de europeísmo transfronterizo llevado a la práctica más allá de las retóricas al uso. Tenemos mucho en común y que tratar con los aeropuertos de Perpiñán y Montpellier, seguramente más que con los de Santiago de Compostela o los Rodeos, y esto debe ser posible. En definitiva, soluciones europeas en el fondo y en la forma.

Lluís Aragonés es senador de la Entesa Catalana de Progrés por Tarragona

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