Esencias permeables

"Vaig flipar". Un gigantón de la colla de Vilafranca explica así su primer contacto con los castells, tras el cual corrió a apuntarse. Fred, un australiano que vive en Cataluña desde hace siete años, maneja con soltura el rigor técnico de los castells con un catalán de léxico académico y sonoridad abrupta. Recuerda orgulloso que tras conseguir un cinc de nou salió entrevistado en un periódico de Melbourne, Australia, donde asegura que los castells empiezan a ser conocidos.

"Me gustaría que mi hijo subiera tan alto", indica Mohammed Beshir mientras graba un castell de nou. La cinta viajará a Pakistán, para que su familia se empape de cultura catalana.

A Masazumi Ogawa, japonés, también le cautiva "ese niño que sube tan arriba". Mucho más que en una ceremonia religiosa japonesa llamada Mikoshi, en la que varios hombres trasladan a hombros unos templos con niños en lo alto.

"Son unos hombres con palos que dan vueltas y saltan" es la definición aproximada -también hay mujeres- de una joven escandinava sobre el ball de bastons, que ayer se escuchó en esa admirable caja de resonancia pétrea que es la plaza del Rei. ¿Y las sardanas? "Aburridas", sentencia. "Buff. Yo soy un hombre de rock and roll", se escabulle Fred.