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Tribuna:DEBATE | El papel de EE UU en el mundo
Tribuna
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Una fuerza del bien

Parece que la disputa principal expresada en el texto de Antara Dev Sen es con la política exterior de Estados Unidos. Indudablemente apasionada y sincera, su crítica me parece desequilibrada y mal enfocada. Es desequilibrada porque no menciona ni siquiera superficialmente los grandes y relativamente indiscutibles logros de Estados Unidos. En el siglo pasado EE UU desempeñó en dos ocasiones un papel esencial para salvar la libertad, la primera frente a la amenaza de la tiranía nazi, y la segunda frente a la amenaza del imperialismo soviético.

Aparentemente no se toman en serio los horrores del comunismo, al escribir con sarcasmo sobre la "gran conspiración comunista". Doy por supuesto que no se necesita una experiencia personal para reconocer que la tiranía soviética sembró el mundo de tantos cadáveres como Hitler (si no más). La guerra contra el "imperio del mal" fue una guerra justa y la victoria estadounidense en aquella guerra dejó al mundo mejor y más libre.

El principio del mal menor en la política exterior de EE UU es un principio moral
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El país no tiene rival en promover los ideales de libertad y democracia en el mundo

La renuencia a alinearse con Estados Unidos en la lucha contra el comunismo soviético, al igual que la renuencia a alinearse con Estados Unidos en la lucha contra la militancia islámica, parece brotar del firme convencimiento de que la política exterior estadounidense es hipócrita y tiene dos caras. Que Estados Unidos invoca los nobles principios de la democracia, la paz y la libertad mientras que en la práctica "ha declarado guerras, financiado levantamientos y entrenado a mercenarios".

Pero ¿qué pasa si la fuerza es necesaria para obligar a un tirano como Sadam Husein a abandonar el poder? (Que se sepa, los tiranos no abandonan voluntariamente el poder). ¿Qué pasa si es necesario financiar un levantamiento, como el que Estados Unidos apadrinó en Nicaragua, para obligar a los sandinistas a celebrar elecciones libres, como las de 1990, que sirvieron para expulsarlos del poder? Si la noción de que con frecuencia es necesaria la fuerza para alcanzar la libertad resulta inverosímil o paradójica, hay que recordar que la libertad llegó a Estados Unidos como consecuencia de una guerra revolucionaria. También los negros estadounidenses ganaron su libertad por medio de la fuerza: hizo falta una guerra civil para liberar a los esclavos.

La equivocación más grave, desde mi punto de vista, es olvidar el principio fundamental de la política exterior estadounidense, que si se reflexiona sobre ello es un principio profundamente moral. Es el principio del mal menor. Este principio sostiene que el arte de gobernar es distinto de la filosofía moral. En el mundo real, a diferencia del seminario de filosofía, con frecuencia no se trata de una elección entre buenos y malos, sino entre malos y auténticamente malos. En esta situación, a menudo es justificable aliarse con el malo para librarse del peor. Un caso clásico de esto fue la II Guerra Mundial. Estados Unidos y Gran Bretaña se aliaron con Stalin (¡un malo!) porque otro malo, Hitler, suponía una amenaza mayor en aquel momento. ¿Estaba esto justificado? Naturalmente que sí. También por eso, en la guerra fría, Estados Unidos apoyó a ciertos dictadores de pacotilla (Ferdinand Marcos, la dinastía Somoza, Augusto Pinochet) porque ellos eran aliados en una batalla más amplia contra la mayor amenaza para la libertad del mundo, la Unión Soviética.

Como parte de esta misma batalla, en la década de los ochenta, Estados Unidos estuvo completamente justificado al apoyar a los luchadores de la libertad afganos que combatían para liberar a su país de la ocupación soviética. El apoyo a los muyahidin fue una causa justa, a pesar de que el grupo incluyera a Osama Bin Laden. ¿Se supone que Ronald Reagan tenía que haber sabido en 1987 que Bin Laden, una vez que se desmoronó el comunismo soviético, iba a llegar a la conclusión de que el Gran Satán era ahora el capitalismo estadounidense? ¿Se puede acusar a los dirigentes estadounidenses de los años ochenta por no haber previsto el 11-S? Eso es absurdo. Sólo se puede evaluar a los estadistas en función de las decisiones que toman basándose en la información de que disponen en su época.

El principio del mal menor también explica la razón de que Estados Unidos apoyara en otro tiempo a Sadam Husein, porque durante la guerra entre Irán e Irak él era el único contrapeso en el mundo islámico al ayatolá Jomeini. Jomeini fue el primer teócrata de los tiempos modernos en asumir el control de un importante Estado islámico. Él fue la chispa que encendió la conflagración que barre ahora el mundo musulmán. Sin Jomeini es difícil imaginarse a Bin Laden. Por tanto, Estados Unidos estuvo en lo cierto al reconocer el peligro que suponía Jomeini y al intentar debilitarle.

Está claro que Estados Unidos ha cometido errores. Pero mientras lo juzgamos por los patrones utópicos a los que aspira, recordemos también que, en comparación con otras naciones existentes, Estados Unidos no tiene rival en la historia reciente en su empeño por promover los ideales de la libertad y la democracia en el mundo. ¿Cómo habría sido el siglo pasado si Estados Unidos no hubiera existido? La respuesta a esta pregunta es reconocer lo endebles y estrechos de miras que son los razonamientos antiamericanos, y también hasta qué punto ha sido Estados Unidos una fuerza del bien en el mundo.

© openDemocracy, 2004.

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