"La economía mundial está en el mejor momento de los últimos cinco años"
Rodrigo Rato recibe a este diario en su despacho de la planta 12ª de la sede del FMI, ubicada en Washington.
Pregunta. ¿Qué se propone hacer el nuevo director gerente?
Respuesta. Esta casa tiene sesenta años, y probablemente una de las calidades humanas profesionales más importantes de las que exhiba cualquier organización o agencia internacional. Por tanto, mi primera obligación es utilizar todos los recursos, incluido lo que piensa el FMI sobre sí mismo. Vengo, más que con una idea propia-exclusiva sobre el Fondo, a contribuir a que genere sus propias iniciativas.
P. Sus técnicos son bastante respetados; sus políticas, muy criticadas...
R. El Fondo es una institución que ha evolucionado: desde la época en que se funda para evitar crisis de monedas y de balanzas de pagos de los entonces países industriales, desde un sistema anclado en el patrón dólar/ oro hasta otro con los tipos de cambio flexibles. Ya no somos sólo el mundo de la OCDE. Se han sumado los países emergentes, luego los surgidos de la Unión Soviética. Y China, Corea, el sureste asiático...
"No pretendemos ser lo que no somos. No somos el Gobierno económico del mundo. Estamos al servicio de los Gobiernos para mejorar sus políticas macroeconómicas"
"Estados Unidos, Europa y Japón deben afrontar sus propios desequilibrios, poner su casa en orden, ampliar el acceso a sus mercados y aumentar la ayuda al desarrollo"
"No, no es que yo mande, lo que hace el director gerente es llevar a cabo una política que se decide en el Consejo Directivo. La capacidad de gerencia es importante, pero tiene límites"
"El Consejo Directivo del Fondo ya ha planteado la renovación por dos años de los programas de reducción de la deuda a los países pobres fuertemente endeudados"
"Aquí la arrogancia no funciona, funciona el consenso. Cualquier decisión importante debe poner en consonancia a EE UU, la UE, China, Rusia, Japón y los países más afectados"
"Un país que entra en crisis debe recortar sus gastos en todos los capítulos. EL FMI no hace de 'cobrador del frac' de nadie; sólo cobra sus deudas, no las de otros"
P. ¿En qué se concentrará?
R. El Fondo tiene tres áreas principales de trabajo. Uno, el cuidado de la economía mundial: cuáles son los riesgos de países y regiones, cuáles sus programas. Dos, el de último prestamista posible cuando los países tienen problemas y nadie más les da crédito: eso les ayuda a salir de las crisis en un plazo relativamente corto, como en Corea, Turquía o Brasil, y otros. Y tres, la asistencia técnica: colaboramos con los países en diseñar sus sistemas presupuestarios e impositivos, sus sistemas bancarios. Se nos plantea un desafío cada vez mayor, el de adaptarnos a las necesidades de cada país, pues las cosas, ni son iguales, ni se ven de la misma forma en todas partes.
P. Se ha dicho que el FMI es el bombero de las crisis. Algunos proponen que incremente la labor preventiva. ¿Qué énfasis imprimirá a su mandato?
R. El FMI es una institución pública que presta servicios y bienes públicos al colectivo de sus miembros, 184 países. Se trata de ser eficiente en esta tarea. No debemos pretender ser lo que no somos. No somos el gobierno económico del mundo. Cada país tiene su propio gobierno económico. Estamos al servicio de los Gobiernos, con la función de mejorar su política económica. No es un asunto sólo de los países en vías de desarrollo. En estos momentos, probablemente los peores desequilibrios macroeconó-micos mundiales los están generando los países desarrollados. A través de ese servicio público de mejorar las políticas macroeco-nómicas, debe avanzarse en la solución de los problemas concretos típicos de las sociedades menos desarrolladas. La estabilidad macroeconómica es imprescindible para que un país pueda alcanzar un crecimiento sostenible, la disminución de la pobreza, la igualdad de oportunidades, y nosotros podemos ayudar a lograrla. También debemos responder a las urgencias nuevas, los efectos de un alza del precio del petróleo, los posibles contagios producidos en una economía financiera globalizada...
P. El próximo fin de semana preside su primera asamblea del Fondo. ¿Qué planteará?
R. Presentaré los problemas generales: qué hacemos con el nuevo precio del petróleo y cómo EE UU, Europa y Japón deben afrontar seriamente sus desequilibrios. La economía mundial está en su mejor momento de los últimos cinco años, pero el déficit presupuestario y comercial norteamericano y el escaso crecimiento europeo constituyen problemas, y las variaciones de los precios energéticos son un riesgo, pero también una oportunidad para muchos países en vías de desarrollo. EE UU, la UE y Japón tienen la gran responsabilidad de poner su casa en orden, ampliar el acceso a sus mercados y aumentar su ayuda al desarrollo. Es un buen momento para hacer cosas.
P. En el FMI, el déficit democrático es muy acusado. Manda quien paga.
R. Una regla de buen gobierno es reconocer el peso relativo de cada país en el FMI. Pero quiero recordar que a mí me ha elegido un consejo por unanimidad, con el respaldo de todos los países de la UE y de Latinoamérica, y un gran apoyo asiático y africano.
P. Algunos países piden más voz, como los africanos. Se lo recordó el presidente de Suráfrica, Thabo Mbeki, en su visita a Johanesburgo.
R. El tema de la representación es recurrente en el Fondo. Para países como los que cita, y para otros, como España...
P. ... que reclama una plaza permanente en el directorio.
R. No sólo eso. España tiene un peso en la economía mundial que no se corresponde con su peso en el Fondo. También les pasa a Corea, a China, a Brasil... Esta cuestión no la puede resolver el director gerente del FMI, sino los países miembros. Pero sí puedo brindarles fórmulas técnicas para resolverla y desarrollar políticas internas que lleven a un mayor equilibrio entre zonas. Ya mis antecesores trazaron una estrategia de aumento de presencia de ciudadanos de origen africano. También es clave el contacto personal entre el equipo directivo del Fondo y los líderes de los países miembros, aumenta la fluidez para afrontar los problemas. Por eso los viajes del director gerente tienen sentido.
P. Usted manda mucho, pero ¿qué le van a dejar hacer?
R. No, no es que yo mande. Lo que hace el director gerente es llevar a cabo una política que se decide en el consejo directivo.
P. Pero la propone...
R. Bueno, la capacidad de gerencia siempre es importante, pero todo tiene sus límites.
P. El director gerente es un europeo, pero el poder último es el Tesoro de Estados Unidos.
R. Aquí hay un consejo directivo, y en él están representados los intereses de 184 naciones. Todo el mundo discute. Y todo el mundo vota si es necesario. Nadie pretende que la gerencia ejecute lo que él quiera.
P. Pero Estados Unidos es el único que tiene derecho de veto. Puede hegemonizar la organización.
R. Hay decisiones, como la modificación de contribuciones, que requieren el 85% de los votos, y EE UU tiene una cuota del 17%. Pero la vida no es unidimensional, en el día a día todo se decide entre todos. Esto atempera las posibles posiciones unilaterales.
P. A Washington se le acusa de arrogante, y al FMI, también.
R. Aquí la arrogancia no funciona, funciona el consenso. Cualquier decisión importante debe poner en consonancia a Estados Unidos, la UE, China, Rusia, Japón, los países más implicados en ella... Yo he hablado con mis antecesores. Me han comentado cómo surgen los problemas. La labor de la gerencia es aunar posiciones, y ello es posible en la mayoría de los casos. En otros, no.
P. Tras el inicio de la contestación a la globalización en Seattle, en 1999, el Fondo inicia un cierto giro social para modular o modificar alguna de sus políticas. Usted subraya la lucha contra la pobreza.
R. Efectivamente, el Fondo lanzó hace cinco años los programas destinados a la reducción de la pobreza. No los diseña el Fondo, sino cada país. La propiedad de las políticas ha pasado de una supuesta burocracia internacional a cada Gobierno, a cada sociedad civil. Yo continuaré con esos programas. También entonces creó la Oficina de Evaluación Independiente, que audita la gestión del Fondo. Ha hecho auditorías sobre Indonesia, sobre Argentina. Son documentos públicos, no confidenciales. Eso es algo muy revolucionario en una administración pública.
P. La auditoría sobre Argentina critica al FMI, pero casi más al Gobierno argentino.
R. El FMI no es el principal actor en Argentina en los últimos 10 años, lo son sus instituciones políticas, civiles y sociales. Ocurre que la evaluación sobre lo que hemos hecho en Argentina la ha hecho esta oficina creada por nosotros. Entonces, hay una cierta propensión a confundir eso con que lo único que ha sucedido en Argentina es lo que el Fondo ha hecho, y eso me parece un error.
P. En cuanto al programa de reducción de la deuda de los países pobres más endeudados (HIPC, por sus siglas en inglés), ha dicho que quiere acelerarlos.
R. Primero vienen los programas de reducción de la pobreza y luego se condona o reduce la deuda para evitar que siga creciendo. Más que acelerarlos, lo que hago es gerenciar, imprimir un ritmo de dirección.
P. ¿Van a renovarse?
R. El 31 de diciembre terminan. El consejo directivo del Fondo ya ha planteado su renovación por dos años.
P. ¿Cuántos países calcula que a final de año se habrán acogido a la iniciativa HIPC?
R. Ahora, de los 38 implicados, 27 lo han iniciado y 14 han completado el proceso. Seguirán otros.
P. No es mucho, ¿verdad?
R. Es bastante, pues estos países también han tenido que mejorar sus políticas económicas. El Consenso de Monterrey tiene dos caras: los ricos deben aumentar la ayuda a los países en desarrollo y darles acceso a sus mercados, y los pobres deben mejorar su forma de gobernar.
P. Y ha dicho que debe darse un salto en este tipo de programas. ¿Cuál?
R. Digo que la financiación de los Objetivos del Milenio acordados en Monterrey no es suficiente. El secretario del Tesoro británico, Gordon Brown, lanzó hace tiempo una propuesta de "facilidad financiera" . El Tesoro norteamericano también propuso una condonación total de la deuda. Estamos trabajando sobre distintas iniciativas para evitar que, una vez limpiada la deuda de un país, ésta se reproduzca. Pero para eso se necesita desarrollo sostenido, y tenemos un problema en la financiación del desarrollo. Los países ricos deben destinar más recursos, y fijarse compromisos firmes en su otorgamiento para que sean predecibles, de modo que los Gobiernos de los países más pobres puedan saber con cuánto cuentan y por cuánto tiempo, para que puedan programar la sanidad, la educación, las infraestructuras. Y debemos reducir el coste burocrático que les supone a unas administraciones ya muy precarias conseguir esa ayuda. A todas las instituciones les pedimos más o menos lo mismo, pero con distintos formularios.
P. ¿Cuánto se necesita?
R. No daré una cifra cerrada. Pero todo el mundo coincide en que es necesario doblar la cuantía de los recursos destinados a la ayuda al desarrollo [prefiere no concretarlos, pero el Banco Mundial los estima en 50.000 millones de dólares largos]. Claro está que también aparecen fenómenos nuevos: el descubrimiento de petróleo y gas en África occidental y en los países andinos provocará una transferencia a esos países de rentas del resto del mundo, pobres y ricos, espectacular. Sólo el África subsahariana va a lograr un incremento por encima de lo previsto hace un año de 15.000 millones de dólares anuales. De repente, unos países pobres, muy endeudados, crucificados por el sida, reciben una impresionante transferencia de rentas. Es una ayuda, supone una oportunidad de mejorar su situación. Hay que usar bien esos recursos nuevos, y nosotros vamos a prestar una gran atención a este fenómeno.
P. ¿Qué queda del "Consenso de Washington" y la obsesión por la austeridad presupuestaria incluso en situaciones de crisis?
R. La política económica es instrumental. No queremos tener equilibrios presupuestarios por una cuestión de principio. Los queremos para evitar que la Deuda aumente en los países pobres, porque eso la hace insostenible. Queremos equilibrios presupuestarios que sean compatibles con unas políticas de gasto eficientes, dirigidas a la reducción de la pobreza.
P. Parece un discurso más pragmático que el de hace unos años...
R. En estos momentos hay un consenso en reclamar un buen gobierno macroeconómico. Hay un asentamiento creciente y positivo de buenas políticas económicas, en Chile, Brasil, Uganda, China, Vietnam... Pero no se ha recorrido todo el camino debido. Nosotros, la crítica más fuerte se la hacemos a los países desarrollados, por sus déficits presupuestarios, o comerciales, por su mal aprovechamiento del ciclo. Sus desequilibrios les trascienden y perjudican a la economía mundial.
P. El FMI reconoce errores, pero usted sostiene que siempre ha sido mejor su intervención en las crisis que su abstención.
R. Sin duda. Hay que intentar prevenir las crisis, pero algunas son imprevisisibles e inevitables, entonces hay que tratarlas. El Fondo ha sido muy útil para los países que han tenido algún problema. Sin él, Corea, México, Brasil, Turquía o la India habrían tardado más tiempo en resolver sus crisis. El Fondo ha cortado las crisis, y las ha hecho menos profundas.
P. Algunos sostienen lo contrario: que las ha agravado. Como en Tailandia o en Rusia, donde la terapia de choque y la privatización ha provocado que algunos oligarcas hicieran su agosto con el dinero de los rescates del Fondo.
R. Eso no está ni mucho menos demostrado. Una crisis de balanza de capitales tiene que ver con los volúmenes de inversión directa extranjera puramente financiera: los mercados experimentan una crisis de confianza no de forma caprichosa. Normalmente detectan que el país en cuestión está aquejado de una debilidad en la sostenibilidad en sus finanzas públicas, y creen que no podrá pagar. A veces el mercado se equivoca. Y una intervención del Fondo para devolver la confianza evita que esta equivocación se convierta en la profecía que se autocumple. El caso más claro y más reciente es el de Brasil, en el año 2002. La mala profecía no se cumplió porque el Fondo intervino y porque el Gobierno del Presidente Lula actuó correctamente.
P. Les critican por imponer recortes al gasto social.
R. Cuando se produce una crisis de confianza, el Fondo tiene que acudir a cerrar la hemorragia. Y a procurar que el país afectado adopte una política macroeconómica creíble, que genere confianza en su futuro. Si a la crisis financiera, de balanza de pagos, se le suma una crisis bancaria, porque todos los países hemos conocido la experiencia de crisis bancarias en los 80 y los 90, y hemos tenido que pagar fortunas para resolverlas, pues el Fondo ha de inyectar más recursos. Pero claro que esas crisis tienen consecuencias muy fuertes sobre los presupuestos de los países. Un país que entra en crisis debe recortar sus gastos en todos los capítulos. Desde hace unos años nosotros hacemos hincapié en las estrategias contra la pobreza. En la evaluación anual de los países tenemos en cuenta aspectos como las catástrofes naturales, las epidemias, los problemas sanitarios. Y aconsejamos que las inversiones sociales y en infrasestructuras sean prioritarias sobre los gastos innnecesarios o los gastos de armamento o en exceso de burocracia que son prescindibles. Por desgracia, no siempre los Gobiernos implicados están de acuerdo. Pero muchos olvidan algo tan importante como esto.
P. ¿Qué?
R. Que además del gasto discutimos el ingreso. Muchos países en vías de desarrollo apenas alcanzan unos ingresos fiscales del 20% de su PIB, más o menos la mitad que en Europa. Tienen mínimos exentos del impuesto de la renta que son el doble que los de los países desarrollados, aunque su renta per cápita sea tres o cuatro veces menor. El Fondo les insiste en que deben aumentar sus ingresos fiscales, lo que no significa aumentar sus impuestos, sino la base de contribución.
P. Algunos dicen que el FMI ha actuado como cobrador del frac de los acreedores privados de los países del G7/G8.
R. No, el Fondo no hace de cobrador del frac de nadie. Sólo cobra sus deudas, no las de otros. Otorga facilidades, cobra tiempo después de que haya pasado la crisis. Pero cobra por una razón evidente, porque si no lo hiciera, o no habría recursos con que afrontar nuevas crisis, o los contribuyentes deberían estar realizando continuamente nuevas aportaciones, lo que no resulta tan evidente.
Un político duro para un "giro social"
RODRIGO RATO (Madrid, 1949), ex vicepresidente económico del Gobierno español con el PP, tomó posesión como director gerente del FMI el pasado 7 de junio. Le apoyaron para el cargo en primer lugar, los europeos, y de forma explícita, el Gobierno socialista español.
De familia empresarial asturiana, estudió derecho y un máster en administración de empresas en Berkeley. Recientemente se doctoró en economía en la Complutense madrileña. Empezó su carrera política como diputado de la Alianza Popular de Manuel Fraga. Luego fue un duro, acerado e implacable portavoz del partido en el Congreso, lo que combinó con una reconocida capacidad de diálogo y correcto trato personal.
En 1996 accedió al Gobierno como vicepresidente económico, cargo en el que permaneció durante dos legislaturas. Continuó y amplió la política de consolidación presupuestaria de su antecesor (y sucesor), el socialista Pedro Solbes, y logró que España cumpliera los criterios de convergencia para entrar en el euro. Sacó especial fruto de la etapa de recuperación europea, colocando a España en altos niveles de crecimiento y rebajando sustancialmente el nivel crónico del desempleo (aunque no logró domeñar la inflación). Éstos fueron los principales éxitos de la etapa del PP en el Gobierno.
Como político liberal imprimió un sesgo de liberalización a los sectores estratégicos, multiplicando la privatización de empresas, en sendos procesos que recibieron críticas: el primero por insuficiente y el segundo por beneficiar a personajes cercanos al poder, los "amigos de Aznar".
Descabalgado por José María Aznar del liderazgo en el PP, optó con éxito al Fondo, donde deberá culminar el llamado "giro social" de la institución y mejorar su relación con acreedores y organizaciones civiles.
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