Anuncios que matan
La publicidad televisiva en EE UU aumenta su agresividad en la fase final de la campaña
En la pantalla, el candidato demócrata, John Kerry, hace windsurf. El fondo musical del vaivén en el oleaje es El Danubio Azul. El narrador se pregunta: "¿Hacia dónde nos llevaría Kerry?", y mientras el senador cabalga las olas hacia la izquierda y la derecha, alternativamente, el narrador recita: "Votó a favor de la guerra en Irak, votó en contra, la apoyó y ahora vuelve a estar en contra...". Mensaje final: "John Kerry: por donde sople el viento". En otra pantalla de otra televisión, imágenes de la guerra de Irak, en un color tipo años setenta que evoca la pesadilla de Vietnam. Un soldado se hunde en arenas movedizas, mientras se escuchan las afirmaciones exageradamente optimistas que el Gobierno hace casi a diario y se recuerdan las estadísticas de muertos y heridos.
Los últimos anuncios televisivos de la campaña electoral estadounidense confirman lo que ya se sabía: que casi todo vale en esta tremenda pelea por la Casa Blanca. Pero el nivel de agresividad crece cada día. Esos anuncios llevan la firma de las campañas: los que son patrocinados por grupos paralelos -los grupos 527, que recaudan y gastan dinero libremente a condición de que no coordinen sus planes con los partidos- son mucho más fuertes. Media Fund acaba de lanzar al aire dos anuncios en los que se dice que los vínculos entre la familia Bush y la "poderosa y corrupta" familia real saudí son "demasiado estrechos como para no intranquilizarnos". En otro anuncio de MoveOn.org -la plataforma que tuvo que retirar la publicidad en la que se asimilaba a Bush con Hitler- aparece el vicepresidente Cheney en un discurso editado de forma que lo que en origen era una cita de Al Qaeda sobre "el principio del fin de América" se convierte en una afirmación suya. En el campo contrario, los ya famosos Veteranos de las Lanchas Rápidas vuelven a la carga contra Kerry: "Incluso antes de que Jane Fonda fuera a Hanoi a reunirse con el enemigo y burlarse de EE UU, John Kerry se reunió en secreto con líderes enemigos en París...". Para compensar, los Texanos por la Verdad acusan en otro anuncio a Bush de "escaquearse" de su servicio militar y le piden "una explicación a nuestros soldados".
La guerra política televisiva tiene ya 40 años de vida en EE UU. Arrancó en 1964, cuando la niña que deshojaba una margarita y contaba los pétalos se transformaba en la cuenta atrás de una explosión nuclear: "Vote por Johnson el 32 de noviembre; nos jugamos demasiado como para quedarnos en casa ese día". Esa guerra conoció su esplendor en 1988, cuando la propaganda republicana -de un grupo paralelo- destrozó al demócrata Michael Dukakis con el caso de Willie Horton, un criminal que consiguió un pase de fin de semana previsto en el programa de rehabilitación del gobernador y violó a una mujer.
Las campañas sucias no son una novedad, pero este año hay más dinero que nunca, y el destino principal de esos millones de dólares es la publicidad televisiva. Los candidatos y sus maquinarias de propaganda entienden que en la recta final hay que volcarse. Los candidatos dicen siempre que les espanta la publicidad negativa, pero no dejan de utilizarla; los expertos confirman que es eficaz: aunque muchos votantes digan que no les gusta, la mayoría forma sus opiniones sobre la base de lo que rechazan en los candidatos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.