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52º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

Sin claros favoritos en Zabaltegi

Ya todo está en manos de los jurados. La proyección de las dos últimas películas que quedaban por ver en la sección Zabaltegi / Nuevos Realizadores clausuró ayer la programación oficial del festival. Y tal vez haya algún resquicio para un cambio en los nombres con que hasta ahora se especulaba como los mejor situados para hacerse con el suculento premio de la sección, 90.000 euros, a repartir entre el productor y el director de la película triunfadora. Una concisa y cruda película noruega, Uno, de Aksel Hennie, se agregó a la nómina de títulos, todos de origen europeo, y por lo menos dos nórdicos, que pueden optar al premio.

No puede decirse lo mismo de la película que clausuró la competición, Evilenko, primera realización del antiguo crítico de cine italiano David Grieco, y segunda que el cine aporta, después de Citizen X, sobre las andanzas del mayor asesino en serie de la historia de la Unión Soviética, El Carnicero (o El Monstruo) de Rostov, quien durante la década de los ochenta mató, despedazó y parcialmente se comió a más de 50 niños y niñas. Una realización efectista y un rostro omnipresente, el de Malcolm McDowell,, unido a un tono de evidente y primario anticomunismo sin fisuras, hacen del filme un ejercicio tan pesado como prescindible.

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Libre de retórica

En cambio, Uno, que se limita a mostrar con frialdad no exenta de comprensión la vida de un chico veinteañero, encarnado por el propio director, que ve cómo su mundo cotidiano se viene abajo (muere su padre, delata como traficante de esteroides a un amigo, se queda sin trabajo y asume una deuda imposible, todo el mismo día), presenta una escritura tan libre de retórica como personal y carente de pretensiones. Es exactamente lo que un espectador avisado pretende encontrar en una sección dedicada a las primeras realizaciones de neoprofesionales: un poco de riesgo, el deseo de explorar caminos personales y una historia no lastrada por excesos ni por apriorismos difíciles de llevar a la práctica.

Así las cosas, quienes tienen que juzgar sobre el premio de la sección Nuevos Realizadores, que incluye dos títulos de la selección oficial (Omagh y Carta de una desconocida podrían alzarse, gracias a sus indiscutibles valores, con el premio si el jurado específico entiende que puede buscar más allá de los límites de Zabaltegi: ocurrió, sin ir más lejos, el pasado año), se encuentran ante la disyuntiva de que no hay una película que destaque con claridad, no por lo menos para resultar indiscutible su elección. Si quien esto firma tuviera que decidir sobre el asunto, tendría problemas para elegir entre la ejemplar claridad narrativa de Uno y del filme danés Dag og nat, de Simon Staho, y por la modestia no exenta de interés del suizo Im nordwim, de Bettina Oberli.

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