Hambre de ciudad y de fiesta mayor
Decenas de miles de barceloneses abarrotan las calles, instituciones y museos en el primer día de la Mercè
Como si tuvieran hambre atrasada de su ciudad, los barceloneses aprovecharon el primer día de las fiestas de la Mercè para abarrotar calles, instituciones y museos. El sol estimuló la participación de los ciudadanos, que llegaron a congestionar gran parte del centro histórico, donde avanzar unos metros revistió en algún momento categoría de hazaña.
Las mañanas de la Mercè son de niños y padres. Mientras el paréntesis generacional restante pasa las horas más calurosas esperando que llegue la oferta musical del día o digiriendo la de la noche anterior, el centro se disfraza de enorme parque de atracciones. Bailes de gigantes en la plaza Reial; cuentos en la plaza de Sant Jaume, en la de Sant Agustí y en la de Catalunya; cabezudos en la plaza del Rei. Los lugares más concurridos quedaron salpicados de vendedores de globos, un sector resistente al cambio: las formas del Rey León, Mickey Mouse y Piolín siguen siendo las más socorridas. Algunas de las estatuas humanas se olvidaron de actuaciones conceptuales y sacaron del armario disfraces de payasos o superhéroes. En el final de las Ramblas, un par de payasos menos estáticos divertían a los niños.
Pasear ayer por el centro barcelonés no era un ejercicio recomendable para los que padecen demofobia. "No había visto tanta gente en la Mercè en mi vida", resumía un anciano atrapado en la calle del Bisbe, que une la plaza de Sant Jaume con la de la Catedral. Cubrir esos apenas cien metros requería ayer no menos de 20 minutos, entre corrientes ingentes de personas que no siempre empujaban en la dirección deseada. Los que intentaron huir por la calle de Sant Honorat se toparon con la extensa cola de entrada a la Generalitat. En la calle del Veguer, la espera para entrar al Museo de Historia de Barcelona alcanzaba los 45 minutos. "Les digo a todos que el primer sábado de cada mes los museos también son gratis, pero ni caso. Parece que les guste hacer cola", explicaba una funcionaria. La espera frente al Museo Diocesano dibujaba una cicatriz a lo ancho de la plaza de la Catedral. Otros 45 minutos. "Es gratis hoy, ¿no?", preguntaba una mujer.
Donde no había huida posible era en el corazón de la política catalana y barcelonesa. Todas las arterias que partían de la plaza de Sant Jaume permanecieron casi obturadas durante la jornada castellera de la mañana y la cabalgata de la Mercè de la tarde, en la que los niños volvieron a ser protagonistas, informa Carla Aguilar. El lema de este año, Una barretina i una espardenya, estuvo representado por un Dalí gigante, el pintor ampurdanés que hizo universales estas piezas del vestuario catalán. El desfile, que partió de la plaza de Catalunya, acabó en la catedral y fue seguido por miles de ciudadanos mientras sorprendía a los turistas a su paso por las Ramblas.
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