Los socialistas portugueses eligen por primera vez a su líder mediante elecciones primarias
José Sócrates, favorito frente al ex alcalde de Lisboa João Soares y al poeta Manuel Alegre
Los 30.000 militantes del Partido Socialista portugués (PS), con las cuotas al día, acuden hoy y mañana las urnas para elegir a su nuevo líder. Las elecciones, que por primera vez tendrán el formato de primarias, son las más disputadas y las más importantes de la última década para el principal partido de la oposición portuguesa.
La votación culmina más de dos años de crisis desencadenada por la dimisión, a mitad de mandato, del ex primer ministro António Guterres, por la implicación de algunos dirigentes en el escándalo de pederastia Casa Pía y por la reciente traición del presidente (socialista) Jorge Sampaio al no adelantar las elecciones legislativas cuando José Manuel Durão Barroso cambió Lisboa por Bruselas para ser presidente de la Comisión Europea, permitiendo así la formación de un nuevo Gobierno de derecha. Fue este último episodio, el pasado 9 de julio, el que llevó a la dimisión del entonces secretario general del PS, Eduardo Ferro Rodrigues, y dio la señal de partida para la carrera hacia el liderazgo.
José Sócrates, de 47 años, antiguo ministro de Medio Ambiente de António Guterres, será el nuevo líder del PS, según indican todos los sondeos. Otro de los candidatos es Manuel Alegre, de 68 años, dirigente histórico del partido, poeta prestigioso, luchador contra la dictadura hasta 1974 y antiguo combatiente en las guerras coloniales africanas. El tercer candidato es João Soares, de 55 años, ex alcalde de Lisboa y también activista contra la dictadura cuando era estudiante e hijo del ex presidente Mário Soares. Sócrates representa el lado más centrista del partido. Los otros dos defienden los valores más tradicionales de la izquierda.
Ferro, un dirigente débil
La dimisión de Ferro Rodrigues precipitó las elecciones, pero la verdad es que varias facciones dentro del partido llevaban mucho tiempo preparando la sucesión. Ferro siempre había sido un líder débil, que asumió el cargo cuando Guterres abandonó el partido y nadie quería sustituirlo, para no hipotecar ambiciones políticas. Además, a lo largo de 2003, su número dos, Paulo Pedroso, fue detenido y acusado de pederastia, y su propio nombre llegó a ser implicado en el escándalo. Desde entonces, apenas hacía oposición.
Sócrates, con el apoyo del aparato, preparó entre bastidores su candidatura para presentarse en el momento oportuno. Mientras tanto, se acercó al electorado y ganó popularidad en programas de televisión, donde compartía protagonismo con el actual primer ministro, el liberal Pedro Santana Lopes, del Partido Social Demócrata (PSD). Sus opositores y varios analistas le acusan de ser un producto mediático que antepone la imagen al contenido y de no ser lo suficiente de izquierdas. Él contesta que lo suyo es "la izquierda moderna" y que puede robar muchos votos a la derecha. La existencia de tres candidatos obligó a convocar un debate público para llegar a los militantes.
La situación puede ser negativa para el PS y el nuevo líder, porque muestra divisiones públicas y odios personales dentro de un mismo partido que normalmente quedan en familia. Pero gran parte de los analistas sostienen que el efecto será positivo. José Pacheco Pereira, columnista de la prensa y militante del PSD, en el poder, elogiaba ayer la forma "transparente" de la campaña socialista, el debate interno y la rectificación de orientaciones recientes para elegir un nuevo rumbo. Pereira concluye que el PS sale "más fortalecido", reconstruido, y aconseja al PSD hacer lo mismo.
Manuel Alegre es el candidato que más se ha beneficiado de este proceso. Su candidatura fue inesperada, y el poeta aseguró que sólo se presentaba para desencadenar el debate. Logró un sorprendente apoyo de facciones desilusionadas, que puede obligar a una segunda vuelta, ya que el nuevo secretario general debe reunir más del 50% de los votos. El gran perjudicado parece ser João Soares: en algunos momentos, los militantes socialistas parecían olvidar que su candidatura existía.
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