Patricio Guzmán muestra de nuevo su pasión y respeto por Salvador Allende
Está claro que Salvador Allende ha marcado la vida de Patricio Guzmán. Tenía 28 años cuando Allende fue elegido presidente de los chilenos y casi tres años más cuando un golpe militar acabó con su vida y las ilusiones de miles de personas. Patricio Guzmán (Santiago de Chile, 1941) presentó ayer en San Sebastián el documental Salvador Allende, un "retrato atípico" del ex presidente chileno, en el que se ha alejado de la tentación de cubrir con palabras la película. El autor de La batalla de Chile; Chile, la memoria obstinada o El caso Pinochet todavía recuerda la impresión que le causó Allende cuando al poco de llegar al poder empezó a cumplir con lo que había prometido, algo a lo que no estaba para nada acostumbrado. "Todo lo que dijo lo hizo y, además, rápido. La expropiación de textiles, la reforma agraria, la nacionalización del cobre... Todo a una velocidad de vértigo. Vivimos la sensación de una aceleración de la historia". Y también se rinde ante su educación, su caballerosidad, su dignidad, seriedad, su humor. "Era un vividor, un disfrutador, le gustaban las mujeres, las piropeaba, era un coqueto y yo me preguntó: '¿Y qué hay de malo en eso?". Todo esto viene a cuento por la denuncia que durante la dictadura chilena se hizo desde el poder del presidente Allende y que Guzmán todavía recuerda. "Durante años y años la Junta Militar efectuó una campaña de difamación contra Allende acusándole de incompetencia, de que no sabía economía, de que le gustaba vivir bien, de que era un borracho, de que organizaba orgías sexuales en su casa de campo... Todo eso y mucho más... Los mismos que torturaban, asesinaban y hacían desaparecer a miles de chilenos y obligaban al exilio a otros tantos miles".
Guzmán, un cineasta que ha encontrado en el documental su gran pasión, asegura que este género vive su momento más dulce, pero expresa sus temores a que todo sea producto de una moda y cuando pase "nos quedemos aún más solos". La clave del éxito, dice, está en la subjetividad, en el predominio de la voz del autor y la utilización sin pudor de recursos cinematográficos. "Antes el documental era realista, ahora es subjetivo".
Babelia
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