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Identidad y migración

La señora Adela Ros, secretaria para la Inmigración de la Generalitat, publica un artículo (EL PAÍS, 3 de septiembre) que lleva por título Un falso debate, cuyo trasfondo me propongo comentar sin demora, aunque no resisto a la tentación de comenzar con una reflexión formal. Veamos: dicho artículo finaliza con la siguiente retahíla de frases: "Éstos son los verdaderos riesgos. En el pasado nunca se han querido asumir. El nuevo Gobierno lo hará". El tono resulta tan acentuadamente sentencioso y concluyente que hasta queda un poco pueril. La autora, ciertamente, declara saberlo todo sobre inmigración: cuál es el verdadero debate y su contenido, cómo debe plantearse, cuáles son los riesgos ciertos y, por supuesto, también las soluciones. El trabajo realizado anteriormente por empleados públicos, políticos, expertos, entidades sociales, municipios... hasta la reciente irrupción de la señora Ros en la escena política, ha sido baldío por erróneo y desenfocado. Habría que partir de cero y volver a empezar.

En fin, creo que deberíamos hacer un esfuerzo para desterrar de los hábitos políticos actitudes que producen sonrojo y vergüenza ajena. Así nos va después a los que nos ocupamos de la cosa pública.

En cuanto al fondo, no es extraño que el debate sobre la inmigración tenga en Cataluña unas connotaciones especiales porque también el hecho catalán es singular. Resulta, por tanto, imprescindible -porque nadie lo va hacer por nosotros- que, al menos desde aquí, la reflexión y la actuación pública se centren no sólo en los distintos impactos que la inmigración comporta para la sociedad de acogida y que son comunes a la mayor parte de Estados occidentales, sino que vaya más allá. No debería sorprender a nadie y menos a un cargo político de un departamento gobernado por ERC que, junto a otras urgencias, también el encaje de la inmigración en la singularidad de una nación sin Estado sea objetivo de las reflexiones de políticos y expertos. Y desde esta convicción de servicio al país -como siempre- se ha pronunciado reiteradamente el ex presidente Pujol. Manifestaciones con las que se puede estar o no de acuerdo, pero que siempre se han hecho desde esta perspectiva necesariamente más amplia. La demagogia no es nunca buena consejera pero no lo es especialmente cuando se abordan temas de una terrible complejidad, como el de la inmigración. No hay que excluir: podemos compartir distintos niveles de debate en paralelo y no convertirlos en contradictorios, porque en caso contrario haremos un flaco favor a la cuestión real, en toda su complejidad. Podemos y debemos abordar los problemas de la pobreza, de la insuficiencia del Estado de bienestar, de los desequilibrios mundiales, de la globalización... y vincularlos, en su caso, a los movimientos migratorios, sin que ello nos impida manifestar nuestra preocupación y proponer soluciones en favor de la preservación de nuestra cultura y nuestra lengua, que no sólo no cuentan con el respaldo de un Estado, sino que tienen hasta hace bien poco su manifiesta hostilidad, y ahora, en el mejor de los casos, su indiferencia. No solamente son debates incompatibles sino que deben ser necesariamente superpuestos, porque la realidad de la inmigración es poliédrica. Finalmente, nos sume en una enorme perplejidad a la vez que preocupación el hecho de que la responsable ejecutiva de las políticas de inmigración de la Generalitat venga a decir a los ciudadanos, con un tono de voz algo elevado, que sus preocupaciones son irrelevantes, que de la cultura y la lengua ya hablaremos cuando corresponda pero que, de momento, no constituyen ninguna prioridad. En cuanto al resto, compartimos alguna de las ideas expuestas, con una salvedad: nosotros manifestamos públicamente, sin apuro ninguno, que no estamos en posesión de la verdad absoluta y que estamos convencidos de que el Gobierno de la Generalitat va a tomar decisiones acertadas. Y otras desacertadas. La balanza entre unas y otras dará el resultado final. En cualquier caso, por si hace falta, quede también reflejada nuestra propuesta de colaboración.

A. Miret, secretario de Inmigración y Cooperación de CDC

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