Cervantes entre los raíles
El Ayuntamiento pondrá en marcha dentro de siete meses un servicio de préstamo de libros en cuatro estaciones del metro
"Me encanta leer en el metro. También en casa, pero me encanta en el metro. Voy contando las paradas mentalmente, con la vista en las páginas. Me gustan las historias fantásticas, románticas. Ahora estoy con El diario de Bridget Jones, estupendo. ¡Bridget Jones soy yo!". María del Mar Rojo, de 38 años, acaba de cruzar el torniquete de la estación de metro de Ópera y se apresura a alcanzar el andén de la línea 5. Como ella, cientos de ciudadanos de todas las edades instalan cada día su sala de lectura en algún vagón de los trenes del suburbano. Muchos sólo tienen tiempo para la ficción en esos minutos antes o después del trabajo, y otros están enganchados a la palabra escrita y aprovechan cualquier situación y escenario.
Cada 'bibliometro' atesorará 3.000 volúmenes, con 500 títulos distintos
A ellos, y sobre todo a quienes nunca se han acercado a un libro por falta de costumbre, va dirigido el bibliometro, un servicio gratuito de préstamo de libros en el interior del suburbano que el alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, presentó ayer y que no comenzará a funcionar hasta dentro de siete meses. Será como una pequeña biblioteca pública, pero de dimensiones bastante más reducidas y bajo tierra.
Tendrá un lema, Leer es viajar, y cinco sucursales: las estaciones de Moncloa, Nuevos Ministerios, Canal (estas tres abrirán en abril de 2005), Atocha Renfe y Príncipe Pío (una de ellas también en abril, la otra en diciembre). Con esa distribución se cubren las líneas 1, 2, 3, 6, 7, 8 y 10. En 2006 la iniciativa se extenderá a tres estaciones más para dar servicio a las líneas 4, 5, 9 y 12. La red de metro tiene 190 estaciones y registra 1,6 millones de viajes cada día.
El objetivo es "fomentar la lectura", "acercar el libro al lector" y, de paso, hacer más agradables los trayectos matutinos y vespertinos de miles de ciudadanos. Ruiz-Gallardón y su concejal de las Artes, Alicia Moreno, presentaron la iniciativa con siete meses de adelanto, y subrayaron que su puesta en marcha coincidirá con la celebración del cuarto centenario de la publicación del Quijote. Moreno esgrimió el artículo 44 de la Constitución, que obliga a los poderes públicos a garantizar a todos el acceso a la cultura, y el alcalde afirmó: "La plaza pública del siglo XXI no está en superficie, sino bajo tierra: es el metro".
Cada uno de los "módulos" o pabellones acristalados en los que se prestarán los volúmenes -en horario de 14.00 a 20.00- atesorará 3.000 libros, de 500 títulos diferentes. Sólo literatura -narrativa, poesía, teatro- y fundamentalmente para adultos (aunque también habrá un pequeño reducto de literatura infantil y juvenil); la mitad en lengua española -de ella, un 70% de autores españoles y otro 30% de latinoamericanos- y la otra mitad en lengua extranjera. Habrá clásicos universales, como la Odisea o el Quijote, pero sobre todo autores del siglo XX y actuales. "Se trata de animar a la gente para que lea, así que hay que empezar por cosas no excesivamente complicadas", explica el coordinador general de las Artes, Carlos Baztán.
El mecanismo de préstamo será el mismo que rige en las bibliotecas municipales: el viajero interesado sólo tendrá que rellenar un papel con sus datos y obtendrá en el momento, gratis, una tarjeta con el logotipo del bibliometro. Con ella pedirá el libro que le apetezca -de un catálogo que estará disponible en papel y en pantallas digitales- y tendrá un plazo de 15 días, prorrogables a 30, para devolverlo en esa misma estación o en cualquiera de las otras cuatro. Si pasa por allí fuera del horario de apertura podrá dejar el volumen en un buzón y seguir camino.
Los cinco primeros puntos de préstamo sumarán 15.000 libros, y otros 15.000 estarán guardados en un almacén del Cuartel del Conde Duque para ir reponiendo ejemplares. Esos 30.000 volúmenes no saldrán de las bibliotecas públicas, sino que el Ayuntamiento los va a comprar directamente a "pequeñas y medianas librerías", no a grandes superficies, según promete Baztán. En 2006 serán adquiridos otros 30.000 libros y se abrirán módulos en otras tres estaciones. En total, el municipio, que adjudicará la gestión del servicio a una empresa privada, gastará 4,5 millones de euros hasta 2007.
La idea del bibliometro no es ni de Ruiz-Gallardón ni de Alicia Moreno. Se la han copiado al metro de Santiago de Chile, que la puso en marcha hace ocho años. Allí, según Baztán, ha tenido un éxito total. Para hacer la selección de los títulos en su versión madrileña, el Ayuntamiento ha contado con la colaboración y el consejo del Gremio de Libreros de Madrid, la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, la Casa de América, el escritor Luis Mateo Díez, el catedrático Santos Sanz Villanueva y el Centro de Poesía José Hierro. "Esta selección fue el último trabajo de Margarita Hierro [hija del poeta, fallecida el pasado 16 de junio]", recordó ayer Baztán.
Luis Mateo Díez, que acompañó a Ruiz-Gallardón y a Moreno en la presentación, afirmó que el bibliometro es una buena forma de hacer que "el libro salga al encuentro del lector" y facilitar, después, el camino inverso del ciudadano a la biblioteca pública. "Siempre se ha dicho que el libro es la reserva ecológica de la palabra escrita. Pero no nos resignemos a eso", dijo.
La concejal socialista Rosa León, responsable de Cultura de su grupo, acusó al alcalde de hacer "política de escaparate" y de intentar "ocultar con los bibliometros la precaria situación de las bibliotecas públicas de la ciudad".
"Si sirve para que la gente lea..."
Encarna tiene 39 años y carga un libro de 400 páginas bajo el brazo. Más bien se abraza a él, y cuando habla lo mira y lo remira. Es "una historia de templarios". "Me apasionan", dice en el vestíbulo de la estación de metro de Ópera. Le gusta la idea del bibliometro y dice que lo probará cuando se inaugure. Pero interroga: "¿Y hasta dónde voy a tener que irme, hasta Moncloa? Uff... No sé si me merecerá la pena".
De una docena de viajeros consultados, todos aplauden la iniciativa municipal, pero todos admiten, a continuación, que nunca usan las bibliotecas públicas. "A mi edad ya toca comprar", se justifica Alberto, de 48 años. "Pero la idea me parece bien, ¿eh? Si sirve para que la gente lea...". Junto a él, Raquel, de 26, cierra un libro que tiene la palabra best-seller estampada en la cubierta. "Mi trayecto son sólo cinco paradas, pero lo aprovecho siempre para leer. Tengo muy poco tiempo el resto del día", explica. En los vagones se ven más periódicos que libros. En el andén, una chica acaricia una antología de poemas de Lorca que acaba de comprar. "¿Bibliotecas en el metro? Bueno, a lo mejor hay gente a la que le ayuda a empezar".
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