El francotirador que mató a un policía local en Sueca se entregó tras 11 horas de negociación
El presunto homicida estaba en tratamiento psiquiátrico y disponía de licencia de armas
Felicísimo Maidé, el hombre que mató de un disparo de escopeta efectuado desde su domicilio a un policía local de Sueca (Valencia) a las 21.40 del sábado e hirió a un guardia civil, se entregó a las 8.10 de ayer, tras 11 horas de negociación y la emisión de un comunicado por la televisión autonómica Canal 9. Maidé poseía licencia de armas pese a estar en tratamiento psiquiátrico. El policía muerto se llamaba Tomás Catalá, era vecino de Fortaleny (Valencia), tenía 35 años, estaba casado y tenía una hija de tres años. Cuando cayó abatido le faltaban 20 minutos para terminar su turno de trabajo.
Felicísimo Maidé, de 41 años de edad, discutió durante la noche del sábado con su esposa, quien, según todos los indicios, le expuso su intención de separarse. El hombre le respondió cargando su escopeta automática del calibre 12, disparándola dentro de su domicilio y amenazándola con suicidarse. La mujer, acompañada de su hija de 18 años, abandonó inmediatamente la vivienda. En un primer momento se creyó que el homicida tenía como rehén a su propio hijo, de 14 años de edad.
Las primeras detonaciones del arma fueron escuchadas por un vecino que, al igual que la mujer, pidió ayuda policial. Minutos después aparecía en el lugar una patrulla de la Policía Local, a la que siguieron otra y una dotación de la Guardia Civil.
El agresor comenzó a disparar desde su domicilio, en el sexto y último piso del número 17 de la calle de Alfons el Magnànim de la localidad valenciana. Desde esa altura hizo blanco en el cráneo del agente Tomás Catalá, que se encontraba situado en una de las esquinas de la calle, a unos 35 metros de la vivienda.
Al mediodía de ayer todavía se podían apreciar restos de su sangre en el suelo y en la parte alta de la puerta de la cochera ante la que cayó mortalmente herido. Catalá estaba destinado en la unidad administrativa de la Policía Local y el sábado prestaba un refuerzo en el servicio. Veinte minutos antes de concluir su jornada laboral recibió el disparo mortal.
Guardia civil herido
El guardia civil que le acompañaba le tomó el pulso mientras Catalá agonizaba, y pidió una ambulancia. En ese instante, otro disparo alcanzó su chaleco antibalas, produciéndole un hematoma en el tórax, así como una herida superficial en el brazo derecho. El policía local murió junto a la acera, sin posibilidad de recibir asistencia sanitaria. El francotirador amenazaba con disparar sobre "todo aquello que se moviera". El guardia civil pudo salir de su punto de mira para ser atendido en el Hospital de la Ribera.
El problema mayor se planteaba en ese momento para tres policías locales más (dos hombres y una mujer) que se habían quedado en el campo de tiro del agresor. Evitaron ser descubiertos por Maidé escondiéndose en los portales, donde permanecieron entre tres y cuatro horas, hasta que pudieron ponerse a salvo.
Los vecinos relatan que oyeron "una veintena de detonaciones, entre la escopeta y las pistolas de los agentes". A simple vista, no se aprecian impactos de bala en la fachada del edificio. De postas, en cambio, han quedado muestras en las paredes y ventanas a derecha e izquierda de la posición del atacante. El boquete de uno de los impactos sobre el marco de aluminio de una ventana sobrepasa los 2,5 centímetros.
Eran las 21.40 horas. Las fuerzas de seguridad del Estado acordonaron la zona. A los vecinos no se les permitió acceder a sus viviendas. El dominio del arma por parte del francotirador -"es un cazador experimentado", según manifestaba un vecino- complicaba la operación.
A las 2.20 de la madrugada llegaban los miembros de la Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil, procedentes de Madrid.
Tras descartar actuar mediante tiradores de élite, y ante la dificultad de acceder al domicilio del homicida, se optó por la vía de la negociación, por muy larga que ésta se presentara.
Sobre las 3.30 horas, integrantes de las UEI retiraban de la calle el cuerpo del policía muerto bajo la amenaza de la escopeta del homicida.
Javier Estornell, propietario del bar de El Perelló, donde el homicida había trabajado a temporadas, relata que a esa hora amigos y conocidos ya se habían puesto en contacto con Maidé. Éste aludía una y otra vez a la hernia discal que padece y a la invalidez que podría causarle.
Sobre las 6.00 comenzó a entrar en razón, según manifestó ayer el subdelegado del Gobierno en Valencia, Luis Felipe Martínez. Especialistas de la Guardia Civil dirigieron las negociaciones, en las que participó un amigo; el propio Estornell.
Para rendirse, Maidé puso como condición que se leyera un comunicado en la televisión autonómica Canal 9, a lo que accedieron el subdelegado del Gobierno y la Guardia Civil, por cuanto no iba dañar el interés de nadie y podía facilitar que el homicida depusiera en su actitud.
En el comunicado, emitido a las 8.06, Maidé acusaba a la Seguridad Social de su situación psiquiátrica -tomaba medicación específica, estaba en tratamiento y posiblemente el sábado ingiriera alcohol, según las mismas fuentes de la subdelegación del Gobierno- por no haber sido atendido de "manera correcta".
Los hechos provocaron la suspensión de la 15 Muestra Internacional de Mimo, que debía clausurarse ayer en Sueca. El Ayuntamiento de la localidad celebró un pleno extraordinario a las 19.00 horas de ayer, en el que acordó declarar tres días de luto oficial.
Las banderas de todos los organismos oficiales de Sueca ondearon a media asta desde primera hora del domingo.
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