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VISTO / OÍDO
Columna
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Restituir

El Gobierno va apuntando su régimen, a veces con hechos, otras con palabras o promesas: no siempre puede cumplir, pero por lo menos muestra voluntad de salir del atasco de tantos años. Una de sus señales es la de rehacer el honor robado, las vidas rotas a quienes perdieron la guerra: debe comportar de una manera explícita la acusación contra quienes derribaron el régimen legal de la República. Desgraciadamente cualquier ética indica que no hay arrepentimiento si no se acompaña de la restitución. La bandera me da lo mismo, el himno era feúcho; pero la institución iba a ser un principio, y su constitución es válida con actualizaciones de lenguaje, y su legislación en muchos aspectos -sindicatos, escuelas, familia, justicia, libertades- no se ha restituido: algunos se remedan. A veces pienso, cuando escucho gente con denominación de origen de izquierda, cuántos estarían del lado de los "nacionales" en caso de guerra. Una cosa es la historia, otra la elegancia de espíritu que comporta una posición abierta, igualitaria y libre, y otra es la defensa a dentelladas de la hacienda, el caballo y la pistola. Muchos se proclaman republicanos porque les parece que la aristocracia real es hortera, pero no advierten que la izquierda tiene mucho de áspero, duro, resistente, que no está sólo en la línea graciosa y poética de la Institución o de la Residencia, benditas sean.

Pero la restitución no es sólo eso. Sería volver a las personas a su estado de 1931, y es una pura imaginación de lo imposible. Más de setenta años después, sólo se puede restituir algo a los huesos de los asesinados por el pistoletazo falangista, requeté, o del señorito, si no por los impostores tribunales militares. En ese momento se creó una nueva clase social: se distribuyó entre otras personas de la banda terrorista el poder, la riqueza y la gloria que arrebataron a tiros. No es posible rehacer lo destrozado: restituir a los descendientes lo que hubiera sido suyo de no haber sido despojados sus ancestros. Qué paso de la casa robada, del ahorro, de la caída al abismo social: que pasó de la instrucción, de la ciudadanía, de la esperanza recibidas. Se podría hacer ahora un estudio de la procedencia familiar de los que tienen todos los poderes del país y de los que no tienen nada. No merecería la pena. Ya no se puede restituir. Ni es deseable.

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