La policía iraquí halla tres cadáveres decapitados al borde de una carretera
El Ejército estadounidense asegura que se trata de ciudadanos de un país de Oriente Próximo
Los cuerpos de tres varones decapitados con sus cabezas atadas a la espalda fueron hallados ayer por una patrulla de la Guardia Nacional iraquí cerca de una carretera de Dujail, 60 kilómetros al norte de Bagdad. Los cadáveres se encontraban en el interior de unas bolsas de nailon. No había con ellos documento alguno que permitiera su identificación. El análisis preliminar forense indica que llevan muertos cinco días. Aunque existe confusión sobre su nacionalidad, un portavoz militar estadounidense aseguró que los restos pueden pertenecer a personas de algún país de la zona.
La noticia, conocida a mediodía en Bagdad, generó inquietud por la suerte de los periodistas franceses Christian Chesnot y Georges Malbrunot, secuestrados el 20 de agosto en Latifiya, al sur de la capital, y por la de las cooperantes Simona Pari y Simona Torreta, capturadas en su oficina del centro de Bagdad el 7 de septiembre. El último comunicado del llamado Ejército Islámico de Irak, que dice tener a los informadores, es muy preocupante, pues califica a Francia de "enemigo del islam".
Dos de los cuerpos mutilados hallados ayer tienen grabadas letras latinas: uno, la palabra hecer, que podría ser algún nombre turco o kurdo; el otro, la letra H. Un tercero lleva un tatuaje escrito en alfabeto árabe aunque las palabras no pertenecen a este idioma. La policía no sabe si estas inscripciones representan algún tipo de mensaje cifrado. Dos de los muertos vestían pantalón vaquero y una camiseta. Según un portavoz del Ejército norteamericano son originarios de un país de Oriente Próximo. Dos camioneros turcos están desaparecidos desde hace días cuando viajaban de Tikrit y Kirkurk, en el norte del país.
Más de cien extranjeros han sido apresados en Irak desde que la insurgencia, sobre todo la suní, comenzara a emplear este sistema en abril. El fin es forzar la retirada de las empresas extranjeras y de las tropas de países aliados de EE UU (caso de Filipinas). Al menos 24 de los rehenes han sido asesinados.
Ayatula Gezmen es turco y ha tenido mucha suerte. Tras estar 52 días en poder de sus secuestradores fue puesto en libertad ayer. Le metieron en un taxi y le enviaron a la Embajada de su país en Bagdad. En las imágenes emitidas por una televisión árabe se ve a un hombre con la cabeza cubierta por una kafia blanca y roja abrazando a un Gezmen asustado. Trabajaba como intérprete para una empresa que anunció previamente su retirada de Irak.
Los secuestros son un arma indiscriminada, pero generan terror. La captura de extranjeros no es nueva, ya fue una de las marcas de identidad de la guerra civil libanesa en los años ochenta. La novedad en Irak es que algunos de esos rehenes son decapitados a los pocos días tras imponer condiciones imposibles de asumir por sus Gobiernos occidentales. Algunos diplomáticos temen que este tipo de secuestros con un resultado dramático y brutal se deslice hacia el modelo libanés, con retenciones de meses en los que la presión sobre los países afectados es constante.
Para los periodistas extranjeros, en Irak se da una situación nueva. Hasta ahora, la parte débil de un conflicto solía acoger con gusto su presencia. Bosnia-Herzegovina es un ejemplo. La insurgencia suní no necesita la presencia de los informadores pues dispone de medios para colocar su mensaje: Al Yazira, Al Arabiya, Al Manar o las web islamistas. No es preciso el concurso del intermediario para llegar al destinatario. Hoy, el informador es un objetivo más.
Combates en Ramadi
Tras el coche bomba del martes en el centro de Bagdad, que mató a 49 personas (dos fallecieron ayer debido a la gravedad de sus heridas), los combates se trasladaron ayer a Ramadi, en el oeste, donde 10 personas perdieron la vida en los combates. También falleció un marine, con lo que la cifra oficial de muertos desde el inicio de la guerra se eleva a 1.018. En ella no se incluye a los que perecieron en acciones encubiertas ni a las fuerzas especiales.
Por otra parte, el general Peter Chiarelli, jefe de la 1ª División de Caballería, defendió la actuación de sus tropas el domingo en la calle Haifa, incluido el disparo desde un helicóptero contra un blindado de Estados Unidos dañado por la insurgencia a pesar de que estaba rodeado de civiles. Según el general se hizo lo correcto para proteger las vidas de sus soldados: "Había insurgentes que abrieron fuego" entre esa gente, versión no confirmada por los testigos ni por las imágenes grabadas por el periodista palestino Mazen Tomaizi, que perdió la vida junto a otras 12 personas. Chiarelli dijo "sentir mucho" la muerte del informador.
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