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Reportaje:

¿Revolucionarios o espías?

El grupo piquetero más violento de Argentina es sospechoso de trabajar para los servicios secretos

El quebracho es un árbol de madera muy dura que abunda en los bosques del norte de Argentina. De ahí toma su nombre un grupúsculo de activistas que dicen ser más revolucionarios que nadie. La organización Quebracho es hoy una pesadilla para el Gobierno argentino de Néstor Kirchner, al que combate aprovechando las movilizaciones de los piqueteros (organizaciones de desocupados). Especialistas en la algarada callejera, estos tipos con los rostros cubiertos y armados con palos y piedras aparecen en momentos clave en acciones desafiantes, cuando no provocadoras, al poder del Estado.

Se ha escrito mucho más de lo que en realidad se sabe de este grupo, al que se atribuyen los vínculos más sospechosos, sobre todo con los servicios, es decir, la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). En Argentina es común relacionar todo fenómeno político inexplicable con teorías conspirativas, en las que más temprano que tarde aparecen los servicios.

Algunas de sus acciones llamaron la atención más por la impunidad que por la audacia

Tras las reiteradas críticas contra la pasividad gubernamental ante la proliferación de marchas piqueteras en Buenos Aires, el presidente argentino ha ordenado finalmente la intervención policial. El golpe de timón se produjo con ocasión de la reciente visita de Rodrigo Rato, director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), que Quebracho intentó reventar. La batalla campal entre encapuchados y policías duró horas en la Plaza de Mayo y alrededores, y los enfrentamientos se saldaron con un centenar de detenidos y dos decenas de heridos, cifras desconocidas desde la caída del Gobierno de Fernando de la Rúa, en diciembre de 2001.

Los cabecillas de la organización eran ignotos hasta los incidentes frente a la Casa Rosada y el Ministerio de Economía. Aquel día, 10 años después del nacimiento de Quebracho, salieron del anonimato para ponerse al frente de los encapuchados que se batían con la policía a palos, pedradas y bombas estruendosas. El líder máximo, Fernando Esteche, de 37 años, licenciado en periodismo, está prófugo de la justicia después de que se dictara en su contra una orden de busca y captura por aquellos incidentes. Gustavo Franquet, del brazo piquetero de Quebracho, fue detenido y liberado posteriormente. Otros dirigentes han desaparecido de escena.

"Quebracho siempre ha estado bajo sospecha de tener vínculos con la estructura burocrática de los servicios de inteligencia", advierte el periodista Joaquín Morales Solá. "No tiene una presencia constante en la vida pública, como otras organizaciones piqueteras. Aparece en momentos determinados a desafiar a la autoridad". Algunas de sus acciones llamaron la atención más por la impunidad que por la audacia, como la toma del patio de armas del edificio del Ejército, donde un grupo de encapuchados derribó una valla y quemó una bandera de Estados Unidos a pocos metros del despacho del ministro de Defensa. Protestaban contra el envío de tropas a Haití. Ningún servicio de inteligencia detectó los preparativos de aquella acción, ni nadie hizo nada para impedirla.

"Resulta muy significativo que siempre que aparecen ellos, al otro día se habla de los desmanes y no de los motivos de las protestas. Queriéndolo o no, son contrarios a los intereses que dicen defender", señala el portavoz parlamentario del partido opositor Afirmación para una República Igualitaria (ARI-centroizquierda), Eduardo Macaluse.

Dirigentes de grupos piqueteros se desmarcan de quienes actúan en la calle sin dar la cara. "Quebracho es una organización que está llena de servicios de inteligencia, como toda organización, pero mucho más: se han infiltrado de forma fenomenal", dice Juan Carlos Alderete, líder de la Corriente Clasista y Combativa (CCC). "Es un grupo que se caracteriza por hacer acciones que son absolutamente funcionales a la derecha", señala Luis D'Elia, de la Federación de Tierra y Vivienda.

"Infiltrado puede ser cualquiera. En los movimientos de lucha siempre hay. Es muy difícil controlar eso", explica Nicolás Lista, dirigente de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados (CTD) y de la mesa nacional de Quebracho. "Los servicios son tan torpes, tan estúpidos, que, si los mandan a espiar, tocan el timbre. Nuestro grupo no se deja manejar por alguien de afuera. Hay un filtro muy duro, no puede entrar cualquiera".

Los orígenes de Quebracho datan de 1993 en los centros universitarios de La Plata, donde coincidieron jóvenes y no tan jóvenes frustrados por la política de privatizaciones del peronista Carlos Menem, que provocó un aumento de la desocupación. Procedían de tendencias diversas como montoneros, radicales, peronistas de izquierda o Partido Intransigente.

"Tenemos la mística de la lucha, no cambiamos la orientación de la lucha y eso te da fortaleza y te da respeto", afirma Lista, de 58 años. La veteranía no le quita bríos a este piquetero que está en primera fila de todas las acciones de protesta. He aquí una breve relación en sus propias palabras: "Cuando vino el príncipe Andrés de Inglaterra, organizamos un quilombo de la gran puta. Eso fue en el 2000. Cuando vino Clinton, también, habíamos quemado todos los bancos de origen norteamericano, seis o siete bancos. Fue una acción de repudio a Clinton y a la política imperialista de Estados Unidos".

Un miembro de Quebracho hace una pintada contra el director general del FMI, Rodrigo Rato, el pasado 31 de agosto.
Un miembro de Quebracho hace una pintada contra el director general del FMI, Rodrigo Rato, el pasado 31 de agosto.EFE

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