_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¡El agua es nuestra, carajo!

El documental vuelve con fuerza. Si la temática social había resurgido en España con películas como Los lunes al sol, Flores de otro mundo o Te doy mis ojos, por citar algunas, ahora Michael Moore ha logrado con Bowling for Columbine y Fahrenheit 9/11 llevar al gran público unos documentales que denuncian con eficacia y rabia los desmanes de los poderosos. En un momento en que el movimiento altermundialista trata de reubicarse en el panorama político post-11-S, Michael Moore ha logrado en muy poco tiempo alcanzar un lugar en el podio de las estrellas de los anti-global. Ahí estaba, de hecho, en la cabecera de la manifestación con la que Nueva York dio la bienvenida a la Convención del Partido Republicano. Ahora, en la misma estela que los filmes de Moore, aparece el documental The Corporation (traducible como La Multinacional), dirigido por Mark Achbar (codirector a su vez de Manufacturing consent: Noam Chomsky and the Media), Jennifer Abbott y Joel Bakan. Junto al propio Moore, Noam Chomsky, Milton Friedman, Jeremy Rifkin, Naomi Klein y otros, aparece en este documental Vandana Shiva, con su inherente sonrisa, dulzura y claridad en los planteamientos. Las intervenciones de esta científica y ecologista india se centran en un tema que domina: el intento de apropiación de los elementos esenciales de la vida (el agua y las semillas) por parte de las grandes multinacionales del sector.

Convendría plantearse cuánto pagamos por el agua que bebemos y quién recibe ese dinero

Da la impresión de que la implantación del movimiento altermundialista (o como carajo quieran llamarlo), y su configuración como actor global con un fuerte impacto mediático, ha consolidado una cierta demanda en los circuitos comerciales por este tipo de productos cinematográficos de denuncia. Ya no es necesario participar en interminables seminarios para comprender de manera gráfica las señales de alarma y las propuestas que este movimiento está introduciendo en el orden del día de las cuestiones globales. Una de las grandes paradojas de los tiempos en los que vivimos es que, por un lado, existe a ambos lados de la barricada (en Davos y en Porto Alegre, digamos) un cierto grado de consenso en torno a la urgencia y gravedad de los problemas globales. Por otro, las alternativas a la situación actual están sobre la mesa para todo aquel que quiera verlas. Pero las ruedas del sistema siguen girando, haciendo caso omiso de ese otro lado de la fuerza, negando un lugar en la realidad a alternativas todavía inéditas que sin duda son viables. De ahí la ventaja que ofrecen estos documentales como arma de agitación y denuncia sobre los grandes retos de nuestro tiempo.

El agua será, sin duda, una de esas grandes cuestiones del siglo XXI y, para muchos, la gran causa de los conflictos en el siglo que comienza, algo que Vandana Shiva describe en su libro Las guerras del agua (Icaria, 2004). Hoy mismo, un recorrido por las zonas calientes del planeta nos da una prueba suficiente, si pensamos que en Oriente Próximo, en Irak, en el Kurdistán, en la ribera del Nilo o incluso en la frontera entre EE UU y México, el agua tiene mucho que ver con lo que allí ocurre. El agua, antes que elemento geoestratégico de creciente valor, sigue siendo -junto al Sol- el origen de la vida. Por ello, todavía tiene para muchos habitantes del planeta una connotación sagrada, y su utilización sigue siendo un aspecto fundamental de la vida comunitaria en muchas regiones. Pero es en su acepción económica donde más rápido se suceden los acontecimientos. En países como México o la India, en los que no es recomendable beber agua del grifo, o en los que directamente no existe el grifo, empresas como Coca-Cola y Pepsi, o gigantes del sector como Vivendi Environment, Suez Lyonnaise des Eaux y Aguas de Barcelona libran auténticas batallas por el negocio de saciar la sed. The Corporation recoge imágenes del conflicto que estalló en Bolivia cuando, para cumplir con las condiciones impuestas por el Banco Mundial, el Gobierno decidió privatizar la empresa municipal de aguas de Cochabamba. Uno de los líderes de aquellas protestas explica en la pantalla el lema que sintetizaba el espíritu y las razones de su lucha: "El agua es nuestra, ¡carajo!"

Y es que, ¿de quién es el agua? Ésta es la gran pregunta a la que intenta dar respuesta Vandana Shiva en su libro. Propone un cambio de paradigma en lo que al agua se refiere: dejar atrás el paradigma del mercado y sustituirlo por la democracia ecológica. ¿Pueden las grandes empresas transnacionales apropiarse de ese bien único, insustituible, y de tan elemental necesidad como es el agua? En Cochabamba, y en muchos otros lugares, opinan que no. Según una encuesta de la Asociación Española de Abastecimiento de Agua y Saneamiento, el 40% de la población española recibe ya el agua a través de empresas privadas. Convendría plantearse cuánto pagamos por el agua que bebemos y quién recibe ese dinero, y decidir si incluimos el derecho a saciar la sed en el catálogo de acciones humanas no reguladas por el mercado. Algo que, junto a otros aspectos del tema, la colección Nueva Cultura del Agua de Bakeaz lleva años planteando. Quizás alguien debería producir un documental al respecto.

Borja Bergareche es abogado y ha sido asesor para Asuntos Exteriores en el Parlamento Europeo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_