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Reportaje:

El águila despega sin tomar altura

La situación económica se está convirtiendo en el principal punto de debate en la campaña presidencial de EE UU

El estado de la economía se está convirtiendo en el principal punto de debate a menos de dos meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. La economía estadounidense despega, pero le cuesta tomar altura, lo que invita a ver el vaso medio lleno o medio vacío. Pero los grandes números no parecen jugar a favor de los intereses de George W. Bush.

La actividad se debilita por la brusca caída del consumo privado, del que dependen dos tercios del crecimiento económico del país
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El déficit público, según la última estimación de la Oficina Presupuestaria del Congreso, alcanzará este año el récord de 422.000 millones de dólares. Con la vista puesta a más largo plazo, los números rojos en las cuentas públicas para la próxima década se elevarán a los 2,3 billones de dólares, si se mantiene la política fiscal actual. Es este último dato lo que más preocupa a los legisladores en Washington, ante el reto del envejecimiento de la población.

A final del pasado agosto, un grupo integrado por una decena de economistas estadounidenses, todos ellos galardonados con el Premio Nobel, hicieron pública una declaración de apoyo al candidato demócrata John Kerry en su batalla por hacerse con las presidenciales. Los firmantes consideran que Kerry "entiende" que Estados Unidos debe proceder a dar un "cambio sustancial" en su política económica y fiscal, para garantizar la salud de la mayor potencia industrializada del planeta después de cuatro años en manos del presidente George W. Bush.

La expansión de la actividad económica es sólida, pero el ritmo de crecimiento se redujo en primavera al 2,8% del PIB frente al 4,5% del primer trimestre. Un debilitamiento que se atribuye a una brusca caída en el consumo privado (1,6%), del que dependen dos tercios del crecimiento económico del país, y al continuo deterioro en la balanza comercial.

Atonía laboral

Pero el segundo gran problema de la gestión económica de George Bush es que a pesar de esta recuperación de la actividad económica, el mercado laboral sigue mostrando problemas a pesar de que muestre signos de recuperación de anemia en la que entró durante la recesión de 2001. En agosto se crearon 144.000 empleos en EE UU y la tasa de paro se redujo al 5,4%, su nivel más bajo en tres años. Es un ritmo suficiente para salir del atolladero. Pero no para impedir a Bush convertirse en el primer presidente después de la gran depresión que cierra sus cuatro años mandato con una pérdida neta de empleo superior al millón de personas, y ocho millones de parados. Ahí está su principal vulnerabilidad.

Entre tanto, el índice de confianza de los consumidores estadounidenses caía en agosto por debajo de los 100 puntos, según el Conference Board, al situarse en los 98,2 puntos frente a los 105,7 de julio. La subida en el precio de la energía y la fragilidad en el mercado laboral minaron el optimismo de meses anteriores. Las expectativas sobre la evolución de la economía en los próximos seis meses siguieron la misma tendencia, al situarse en los 96,6 puntos. Y ahí es donde está el principal temor de la Casa Blanca, que los ciudadanos no sean capaces de apreciar la recuperación.

El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, se limita a decir que "a pesar de los problemas, la economía de EE UU se comporta razonablemente bien" y augura un repunte para el tercer trimestre. El mensaje coincide con el optimismo con el que Bush está impregnando su campaña en los temas económicos. Y una nueva subida de tipos el 21 de septiembre, hasta el 1,75%, confirmaría que la economía ha comenzado a emerger del último frenazo.

A ningún presidente en campaña electoral le interesa que su banco emisor le toque los tipos al alza. Pero el mercado y la Casa Blanca asumen ya que el precio del dinero debe ir evolucionando hacia una posición más neutral, que estaría entorno al 3,5%. Bush insiste que su política de reducción de impuestos ha sido la que ha sacado a la economía de la recesión. Es exactamente lo contrario de lo que dice su rival, John Kerry, al afirmar que "el único que puede celebrar estos resultados es el presidente" y señala que esta recuperación se basa en "una pobre creación de empleo, sueldos más bajos y menos beneficios sociales".

Las eminencias en el mundo de la economía dicen que el abismo entre Bush y Kerry es mayor que en ninguna otra campaña electoral. "Bush cree que el recorte de impuesto es la solución a los problemas económicos de la nación. El problema es que la reducción de impuestos está mal diseñada y no permite dar un impulso suficiente a la creación de empleo", señalan los diez premios Nobel, mientras acusan al presidente de "irresponsable" y de "poner en riesgo" la prosperidad económica del país. "Esperamos que Kerry instaure la responsabilidad fiscal".

El problema es que ninguno de los candidatos se atreve a dar detalles sobre su programa económico ni sobre cómo afrontarán el problema del déficit como presidentes, para no espantar a los indecisos. Tan solo se limitan a acusar al adversario y en decir que reducirán el agujero fiscal a la mitad. Bush dice que lo hará en cinco años. Kerry, en cuatro. Los analistas señalan que estas promesas no son realistas y que los programas que se están lanzando lo que conseguirán es justo lo contrario: expandir el gasto federal.

Los presidentes de la Reserva Federal, A. Greenspan, y de EE UU, G. W. Bush, en un reciente encuentro.
Los presidentes de la Reserva Federal, A. Greenspan, y de EE UU, G. W. Bush, en un reciente encuentro.AP

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