Ocho mil jóvenes
Fue una experiencia interesante conocer las opiniones de los 8.000 jóvenes del Festival de la Juventud, que representaban asociaciones muy diversas de todos los continentes. Debatieron sobre trabajo, ciudadanía activa, paz, educación, diversidad cultural, democracia, igualdad, salud y desarrollo sostenible en 300 talleres y sesiones plenarias. Los temas se abordaban desde principios políticos generales, pero también se analizaban programas concretos de acción y se compartían experiencias personales o se hacía meditación.
En cuanto al Fórum afirmaron que el festival estaba dentro de su marco, sin ser parte de él o aprobar su patrocinio. Incluso fue posible la coexistencia con jóvenes antifórum europeos, a los que se les dio un espacio para expresar su oposición. De la globalización, criticaron su forma actual, pero sostenían que los espacios internacionales permiten crear una nueva institucionalidad más progresista. Sobre la participación política, algunos apoyaban la autonomía total del movimiento asociativo y otros hacían propuestas para construir puentes con las instituciones. Se reivindicó la especificidad de la juventud, pero se valoró el intercambio generacional. Finalmente, la vida cotidiana: rechazaron la participacionitis forzada y, al grito de "no más gazpacho", los menús únicos.
Lo sorprendente fue la notable ausencia femenina entre los ponentes y portavoces, aunque las directoras del encuentro fueran mujeres. Parece ser que refleja la realidad asociativa: muchas mujeres en la base y pocas en las direcciones.
Al escucharles pensé que no son anti sin más. Reflexionaban con rigor y hacían una crítica constructiva. El futuro es suyo; ojalá tengan éxito.
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