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El PRI mexicano resucita

El declive de Fox da nuevos bríos al partido que gobernó México durante siete décadas

Juan Jesús Aznárez

La reciente bravuconada de Fidel Herrera, aspirante del opositor Partido Revolucionario Institucional (PRI) al Gobierno de Veracruz en las marrulleras y protestadas elecciones del domingo, todavía bajo escrutinio, parece premonitoria: "Al ganar Veracruz vamos a meter medio cuerpo, o tres cuartos, en Los Pinos [residencia de los presidentes de México]". Régimen durante siete decenios hasta su derrota en el año 2000, el camaleónico PRI ha ganado desde entonces el mayor número de comicios estatales y municipales, es primera minoría y llave en el Congreso, y navega hacia las generales del 2006 con viento en popa aunque riñendo en su seno por la candidatura presidencial. El desencanto causado por el Gobierno de Vicente Fox, y la propia fuerza del partido, explican, en esencia, el renacimiento y los nuevos bríos.

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El candidato en 2006

"Pero podemos perder lo ganado con una elección interna mal hecha", advierte Fausto Zapata, miembro del Comité Político del partido. Desaparecido el dedazo de la presidencia imperial priísta, la designación del nuevo contendiente es una experiencia inédita y enfrenta las facciones: nacionalistas, tecnócratas, dinosaurios o de conveniencia. Todos se definen socialdemócratas y todos desconfían del adversario porque todos saben de trampas. Roberto Madrazo, presidente del PRI, enemistado con la secretaria general, Elba Esther Gordillo, ambiciona la nominación: también, el coordinador del Congreso, Enrique Jackson, o los gobernadores de Veracruz, Miguel Alemán; de Hidalgo, Manuel Angel Núñez, y del Estado de México, Arturo Montiel. Otros acechan.

"Apuesto por un tapado", señala un observador de la constelación priísta. El populista alcalde de Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), izquierda, es favorito en las encuestas, pero su eventual procesamiento, con cargos de desacato de una sentencia sobre paralización de obras, podría acarrear su inhabilitación como candidato presidencial. El PRI aprovecharía el momento y, de extrapolarse la tendencia de las legislativas del 2003, puede triunfar en las generales. Su victoria del pasado año le permitió pasar de 207 a 224 diputados en una cámara de 500; el gubernamental y conservador Partido Acción Nacional (PAN), cayó de 203 a 151.

Además de nutrirse del declive de un jefe de Gobierno que "hace más casas y más kilómetros de carretera, pero no conduce el país", según su ex embajador en la ONU, Adolfo Aguilar, el PRI conserva su fuerza porque, como el peronismo argentino, penetró en el subconsciente de millones de mexicanos después de 71 años de excluyente hegemonía y paternalismo de Estado; además porque sigue todavía unido pese a algunos desprendimientos y la algarabía interna, y rechazó las reformas del Ejecutivo más impopulares o susceptibles de molestar o dañar a su electorado: la fiscal (el IVA a alimentos y medicinas) o la mayor apertura del monopolio eléctrico. Rechazó la democratización de los sindicatos, (el Gobierno ni la intentó) porque los afines suministran votos y munición para forzar concesiones oficiales.

La tímida reforma del Seguro Social, contra las pensiones de privilegio, fue posible porque el PRI la quiso, pero desencadenó un paro de 200.000 trabajadores de la salud y protestas sindicales de otros sectores todavía en curso. El presidente de la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, secretario de las Organizaciones Populares del PRI, fue uno de sus negociadores. La maledicencia atribuye a este emergente operador, quien sutilmente ha advertido contra los corrimientos empresariales a favor de López Obrador, más maquiavelismo que razones de Estado en la aprobación de la reforma: "sabía que vendrían paros y movilizaciones, pero bienvenida sea la bronca si desgasta al Gobierno".

Un portavoz oficial observa, sin embargo, buenas intenciones: el PRI no quiere unas finanzas nacionales quebradas si recupera el poder y, además, lanzó una señal a los empresarios, "muy molestos con Madrazo desde que se echó atrás en su compromiso de aprobar la reforma fiscal, (el pasado año) para anular a Elba Esther Gordillo, que la apoyaba". La simulación y el fuego cruzado son un arte en México y su análisis, a veces un albur porque, frecuentemente, las fuentes mienten o son mentidas.

"En el río revuelto de la actual política mexicana, los pescadores más gananciosos son los priístas", señala el analista Humberto Musacchio, porque a cambio de golpear al sindicato (priísta) del IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social) o hermanarse con el PAN para desaforar e inhabilitar al alcalde de Ciudad de México, lograron "la impunidad a Luis Echeverría", el ex presidente priísta (1970-76) incriminado en la matanza de estudiantes de la plaza de Tlateloco, el 2 de octubre de 1968. "Y la vista gorda frente a las tropelías de José Nelson Murat", gobernador saliente de Oaxaca.

Con esos propósitos, según Musacchio, la presidencia de Fox entregó al sindicato de Petróleos Mexicanos (PEMEX), controlado por el PRI, importantes y graciosas cantidades de dinero (más de 70 millones de dólares) para viáticos y varios. "El partido de Roberto Madrazo, como es evidente, no tendrá interés en un diálogo ni mucho menos en un pacto. Para qué, si así tienen ganancias de todo orden", según el analista del diario Reforma. Durante los tres primeros años de su mandato, el Ejecutivo intentó la alianza con el PRI para aprobar las reformas estructurales reclamadas por la transición (fiscal, energética o laboral), pero fracasó. Fox quiere "consolidar" la transición con decretos y entregar el testigo dentro de dos años. No hay mucho más que hacer porque apenas pudo conciliar, ni menos desmantelar, las estructuras priístas más rancias, según las fuentes consultadas. Los pactos de cuchilleros, vigentes en todo el espectro político, son intensos en el primer partido mexicano, cuyo presidente es ahora el más fuerte en la guerra por el poder y la nominación.

Un manifestante disfrazado de Fox protesta en Ciudad de México.
Un manifestante disfrazado de Fox protesta en Ciudad de México.EFE

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