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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El futuro de México

La presidencia de Vicente Fox, que rendirá cuentas definitivas al país en 2006, no es probable ya que se convierta en un éxito sin paliativos, pero sí pasará a la historia como la de la irreversible apertura de México al pluralismo democrático. Algo que no estaba nada claro hace seis años cuando obtuvo su victoria como candidato del derechista PAN sobre el candidato del PRI, que llevaba siete decenios en el poder.

El sexenio le ha venido ancho y largo al presidente, enfrascado en un reformismo básicamente neoliberal, atento sobre todo a que no se le disparen los déficit y la macroeconomía luzca saludable. Todo muy lejos de la revolución moral y política que anunciaba a su toma de posesión en 2000. Pero el mismo decaimiento presidencial, que la semana pasada rendía su discurso anual del estado de la República ante la rechifla y los abucheos de la oposición en el Congreso, es indicativo de cuántas cosas han cambiado en México. En las legislativas del año pasado, el PRI se convertía en la primera minoría de la Cámara con 224 escaños sobre 500, y tenía que pensar en las presidenciales de 2006 sin contar con el providencial dedazo del primer mandatario; su candidato ya no será el tradicional tapado que sólo el presidente conocía, sino que tendrá que ser elegido por el partido, esperemos que con luz y taquígrafos. Y, de igual forma, el tercer gran partido, el PRD, la izquierda más o menos clásica que dirige Cuauhtémoc Cárdenas, cree tener con el alcalde de México capital, el atractivo Andrés Manuel López Obrador, un aspirante muy serio a la presidencia.

¿Por qué, sin embargo, el partido de una dictadura institucional de 70 años, vuelve con mayor fuerza, por ejemplo, que los comunismos en la Europa del Este? El PRI permanece porque en su día supo proponer una revolución modernizadora, ya que no democrática. Y México es hoy un Estado de derecho, en el que algunos de sus actores han tenido que reinventarse, sin que por ello cayeran en la irrelevancia. El PRI ha conectado siempre con una vena profunda del país que le permite hoy competir como intérprete del momento político. Y México sale ganando por ello.

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