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Reportaje:EL NUEVO CURSO ESCOLAR

Un tiempo para ubicarse

Los alumnos de uno de los primeros colegios en empezar el curso, el Liceo Francés, empiezan por readaptarse a la rutina de las aulas

J. A. Aunión

Dos de septiembre, a las nueve de la mañana. Primer día de colegio para más de 3.000 estudiantes de 3 a 17 años en el Liceo Francés de Madrid. Suena un teléfono móvil en la puerta del centro y es una niña de apenas nueve años la que lo saca del bolsillo y responde.

Pasan los años, cambia el vestuario -se ve más de una gorra de béisbol cubriendo las cabezas-, la forma de hablar y de relacionarse de los chavales, pero los temores, inquietudes y esperanzas siguen siendo los mismos en los primeros días de clase. "Tenemos los horarios muy cargados y muchos exámenes", se queja Antonio, de 14 años, en un banco a la puerta del colegio, mientras hace tiempo para enfrentarse a su segundo día de colegio.

"No voy a poner tareas para casa hasta que cojamos el ritmo", comenta una profesora
Algunos padres de los niños más pequeños lo pasan peor que sus hijos con la vuelta al colegio

Ni a él ni a su compañero Guillermo les preocupan, de momento, los deberes. Los primeros días son de toma de contacto: nuevos profesores, cambios de grupo.... Al menos Anne, la profesora de alemán, no piensa poner tareas para casa hasta que no cojan todos "el ritmo", incluida ella, explica Anne. Los docentes aprovechan para dar las pautas que regirán su asignatura durante el curso, tanto en lo que se refiere a la materia como a las normas de comportamiento.

Los alumnos, por su parte, se concentran en el reencuentro con sus amigos. O en hacer nuevos amigos. Como Andrea, estudiante de 15 años de Quatrième, el equivalente en el sistema francés a segundo de la ESO, que se acaba de trasladar a Madrid desde Barcelona. Parece que ya lo ha conseguido. Junto a Alejandra e Inés, aprovecha los descansos de las clases para repasar en la biblioteca sus conocimientos de francés. Lo peor del inicio del curso: "El inglés, las matemáticas..., las ciencias en general", coinciden las tres. Pero también hay algún chaval para el que las vacaciones ya se estaban haciendo "interminables". Joan, de 13 años, explica que estaba deseando "volver al cole", mientras lee una novela, en francés, titulada El asesino está en el colegio.

Las pequeñas tristezas y alegrías del fin de las vacaciones cambian de forma dependiendo de la edad de los chavales. Para los más pequeños, de tres años, lo más duro es separarse de sus padres y encontrarse en un lugar extraño con gente desconocida. Las lágrimas y los sollozos son habituales, pero muchas veces "son los padres los que peor lo llevan", comenta Nadine Frechet, encargada de la sección de Educación de este colegio hasta el curso de los alumnos de cinco años.

A estos padres se les reúne en el colegio un día antes de empezar las clases. Allí están presentes un psicólogo y un médico que les explican cómo deben proceder. Les dicen, por ejemplo, que no deben ceder a los ruegos de los pequeños si se niegan a ir al cole los primeros días. Además de esta preparación se les permite permanecer en el aula con sus hijos durante la primera hora de la jornada que inaugura el curso.

Una vez que se quedan solos profesores y alumnos empiezan los juegos. "Los primeros días y, en general, los primeros cursos tienen un carácter muy lúdico", explica Nadine Frechet. En el Liceo, centro oficial de Francia en Madrid, se combina la enseñanza en francés y español. Muchos de los pequeños desconocen el francés y apenas están terminando de aprender el español. Así, la actividad consiste en ejercicios psicomotrices repetitivos acompañados de música. "Todos a coger la mochila", repite la profesora en la lengua francesa, "todos a sentarse".

También hay muchos recreos durante estas jornadas iniciales. Mientras se divierten corriendo o saltando en el patio, se van conociendo unos a otros. Todos llevan una identificación colgada del cuello en la que aparece su nombre, su fotografía y un color, con el que pueden reconocer entre ellos de qué clase son: cada una tiene uno color distinto. Los contratiempos también son parte del aprendizaje. Andrea, de apenas cuatro años, pone unos ojos muy tristes para explicar que se acaba de caer y se ha hecho daño. Tras ser atendida por una de las asistentes, que ayudan a los profesores de infantil en la atención alimentaria, higiénica y afectiva de los niños, Andrea vuelve a sonreír y a correr por el patio.

Desde los más pequeños hasta los mayores, recuperados del impacto inicial que suele ir acompañado de gran entusiasmo, atraviesan, a los tres o cuatro días, un pequeño periodo de desaliento que, una semana después, se convierte ya, dentro de la motivación de cada chaval, en la cotidianeidad del curso. En esta lectura coinciden casi todos los docentes.

Un grupo de alumnos del Liceo Francés de Madrid, en una de sus primeras clases del curso 2004-2005.
Un grupo de alumnos del Liceo Francés de Madrid, en una de sus primeras clases del curso 2004-2005.RICARDO GUTIÉRREZ

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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